La vuelta de Verónica a la oficina fue uno de los temas más comentados de la empresa. Ser el centro de atención era algo a lo que la recién casada no solo estaba acostumbrada, sino que también disfrutaba. Haberse casado con Álex llevó el tema a otro nivel y esa mañana, tras dejar las cosas en su escritorio, fue llamada por el director general para mantener una pequeña reunión.
Rosa esperó a su compañera y amiga en la sala de los empleados. El resto de los trabajadores aprovecharon su presencia para intentar sacar información sobre el nuevo marido de Verónica. Rosa procuró evitar la conversación, aunque agradeció disfrutar de un poco del interés que despertaba la vida personal de su amiga.
Sabía que Verónica había llegado en cuanto las miradas se desviaron y volvía a estar en un segundo plano.
—¡Hola, gente! —dijo la recién llegada—. Si no les importa, Rosa y yo nos tenemos que retirar.
La recién casada entró en el despacho que compartía con Rosa y se sentó en su sillón. La sonrisa que traía Verónica empezaba a molestar un poco a Rosa, así que le preguntó por qué de tanto secretismo.
—¿Qué quería Manuel? —preguntó Rosa con cautela.
—No te lo vas a creer... Me ha propuesto como jefa de sección.
—¿Jefa de sección? Creía que no te interesaba.
—¡Y yo! Pero bueno..., me lo ha ofrecido y he aceptado.
—Eso está... muy bien.
Rosa se sentó detrás de su escritorio y guardó la presentación que tenía preparada para la solicitud del puesto. La ironía de todo era que Verónica había estado ayudándola con la petición del puesto.
Durante los meses anteriores, cuando llego la noticia de la jubilación de la anterior jefa de sección, muchos empleados de la agencia de publicidad optaron al puesto. En ese momento Verónica apartó la idea por la responsabilidad que conllevaba el puesto y decidió centrarse en apoyar la candidatura de su amiga al puesto. Rosa se repitió a ella misma que seguramente su compañera lo habría tenido difícil a la hora de rechazar el puesto, tal vez intentando no ofender al director general había aceptado el trabajo. No era posible que después de varios meses de trabajo Verónica hubiera pasado encima de ella sin ni siquiera darse cuenta.
—Oye, no te olvides. Hoy hay cena. Y mira por donde tenemos algo que celebrar.
—No, claro. Ahí estaré.
Álex atravesó el vestíbulo del edificio sin casi saludar a nadie. A pesar de haber solicitado discreción con su llegada e incorporación al trabajo, era difícil pasar desapercibido cuando uno había ocupado las principales portadas de las revistas de sociedad.
José, intuyendo el malestar de su jefe con tan solo verle la cara, se apresuró a comentarle las novedades de la empresa durante su ausencia. Sabía por experiencia que el trabajo conseguía relajar a su superior.
Álex entró en su despacho y se desplomo en el sillón, José colocó los papeles mientras le exponía las pequeñas anécdotas ocurridas durante su viaje. El asistente notó la poca disposición de su jefe a participar en la conversación, por lo que fue directamente al grano.
—OK, ¿Qué pasa?
—¿Perdón? —dijo Álex volviendo del mundo en el que mentalmente se había recluido.
—Bueno, te acabo de decir que voy a desnudarme y correr por toda la oficina, y tu ni caso.
—¡Ah, bueno! Avísame para que no me lo pierda. —Álex dedicó una sonrisa a José y con un ligero gesto le indicó que se fuera.

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Los ricos no lloran
RomanceAlejandro Baeza es un hombre de orígenes humildes, gracias a su inteligencia y trabajo duro consigue salir de su pueblo natal y mudarse a la gran ciudad junto a su hermano pequeño. Es un hombre ambicioso, trabajador y testarudo. Está acostumbrado a...