Capítulo 10

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El día se presentaba algo pesado para Álex. Desde la fiesta de cumpleaños de María llevaba unos días de capa caída. No tenía una explicación, pero lo ocurrido habría sido un triunfo en sus planes. En otras circunstancias tendría pensado ya el siguiente paso. Estaba claro que Elisa aún sentía algo por él. Dejar que pasara el tiempo sin hacer nada la estaba estresando.

Las cosas no parecían que fueran a mejorar durante el día. José le recibió en el ascensor y le avisó de la inesperada cita que le esperaba en su oficina. A medida que avanzaban por el pasillo y se acercaban a su despacho, la imagen se aclaraba y finalmente reconoció la silueta de Bárbara. No sabía si interpretar la presencia de aquella señora como algo bueno o malo, pero de nada servía obsesionarse, ya que pronto sabría la respuesta.

—Tu secretario me ha dicho que podría esperarte aquí —le dijo Bárbara al entrar Álex al despacho.

—En realidad, señora, soy su asistente —le corrigió José.

La falta de expresión de Bárbara a las palabras de José le llevó a abandonar rápidamente el despacho. Estaba claro que la señora venía en son de guerra y por mucho que apreciara a su jefe, era mejor resguardarse de la tormenta que parecía traer esa mujer en los ojos.

—Buenos días —dijo Álex al sentarse tras su escritorio.—. ¿A qué se debe el honor de tu visita?

—Sabe perfectamente por qué estoy aquí —dijo mostrando indicios de alteración—. A pesar de las advertencias por parte de mi niña se atrevió a ponerle sus manos encima. ¿Cómo fue capaz?

—Veo que Elisa le ha puesto al día. Créame cuando le digo que admiro lo mucho que quiere a Elisa y la apoya. Pero es adulta y creo que puede luchar sus batallitas ella sola.

—No se pase usted de listo conmigo, señor Alejandro Baeza. Yo sí sé de dónde viene y qué clase de malandrín es usted. Al resto habrá podido engañarles, pero a mí no. Si ya desde entonces era usted una mala influencia para esa chica, era de esperar que no hubiese cambiado nada.

—Si ha venido a insultarme, sinceramente...

—¡He venido a advertirle! —gritó llamando la atención fuera del despacho de Álex.

—Si no deja en paz a Elisa ¡seré yo la que le pare los pies!

—¿A si? —dijo Álex con una irónica sonrisa.

—Al morir los padres de esa mujer me consagré a cuidarla y a defenderla de cualquier mal y usted, Alejandro Baeza, es el peor mal con el que he tenido que lidiar.

—Tengo una reunión. Agilice el discurso.

Bárbara se relajó al ver la pasividad con la que Álex reaccionaba a sus palabras. Estaba claro que tendría que usar el armamento pesado para hacerle comprender lo que estaba arriesgando.

—¿Cree que no sé qué pasa? Le vi en la fiesta.

El cambio de tema llamó la atención de Álex, que volvió a dar muestras de interés en Bárbara y en lo que tenía que decirle esta vez para ahuyentarle.

—Con Verónica —continuó mientras se relajaba y se apoyaba en el respaldo de su asiento—. ¿Cree que no le observé? Al principio no lo tenía claro y, como le dije, al resto puede engañarles, pero no a mí. Dudé, pero mirándoles se me aclararon las ideas.

—¿De qué habla?

—Quiere a Verónica, incluso me atrevería a decir que la ama de verdad. Y por su mirada me arriesgaría a decir también que ni usted lo sabe. O tal vez si, puede que simplemente se lo esté negado por la obsesión que tiene con Elisa.

Los ricos no lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora