8

27 4 0
                                    

El doctor Becher volvió a su consultorio luego de un mes en reposo, tratando de componerse luego de mi última visita. Mamá insistió en cambiar de doctor, pero Scott decía podía atenderme.

— ¿Cómo pasaste estos días? —Me encogí de hombros, sin saber como organizar los sucesos y contarlos.

— De mi punto de vista, todo sigue normal. Del punto de vista de mamá, tuve más ataques y se volvió loca tratando de encontrar un psicólogo o psiquiatra que quisiera tratar conmigo. Pero dejó de buscar cuando recibió su afirmación.

— ¿Sabes? Dejaré que en esta sesión me preguntes cosas sobre mí, o sobre lo que quieras. Hay que experimentar y dejar que los pacientes sepan a quién le están contando sus problemas. —Sonrió cálidamente.

— ¿Qué quieres que te pregunte, Scott?Si fueras una persona interesante tal vez lo haría. Pero ahora déjate de juegos y sigue con la sesión normal. —Ambos rodamos los ojos.

(...)

— Pacify her
She's getting on my nerves.
You don't love her.
Stop lying with those words. —Cantaba al ritmo de Pacify Her, de una de mis cantantes favoritas, Melanie Martinez, mientras limpiaba algunas cosas en mi habitación.

— Siempre creí que tu voz era relajante y extraña. Y jamás cambió. —Confesó Noah. Sonreí, ya que lo tomé como un halago.

Luego de un rato, dejé de limpiar. Mi humor y ganas se habían ido al recordar a mi padre. Una lágrima se me escapó al recordar momentos felices junto a él, antes de que todo este caos se desatara.

Extrañaba las risas y los juegos. Las caricias en mi cabello y los cuentos a la hora de dormir. Los abrazos en las noches de pesadillas y las palabras alentadoras cuando la tristeza me consumía. Lo extrañaba. Aún necesitaba a mi padre.

— Deja de pensar en él, L. No lo vale. —Noah me acunó en su brazos, haciendo que mi cabeza quedara en su pecho, y mis oídos oyeran claramente los latidos de su corazón. Sorbí mi nariz y seguía llorando.

— Es una mierda. ¿Sabes? Quisiera tenerlo en frente mío, y decirle unas cuatro palabras. Pero a la vez quisiera abrazarlo y preguntarle por qué lo hizo; ¿Por qué nos dejó, Noah? ¿Por qué nadie me cree? Esto duele como mil infiernos dentro de tu corazón.—Solté al avellanado, y comencé a caminar por mi habitación, sollozando y quitando las lágrimas con rabia.— Lo extraño, y lo necesito. ¡Es mi padre! ¡Todos necesitamos uno! Todo es mi culpa. —Cuando me di la vuelta, Noah ya no estaba. Pero mamá estaba dentro, con sus ojos cristalizados y sus brazos extendidos; esperando que mi cuerpo se abalance a ella y así poder tratar de cubrirme de cualquier daño que pudiera sucederme en estos momentos, como cuando era pequeña y tenía pesadillas, o los niños me ofendían.

— Pequeña, no te culpes. —Murmuraba, acariciando mi cabello, mientras yo llenaba su blusa de gotas saladas.— Tampoco lo culpes a él, ¿Si? No deberíamos. Estaba asustado y dañado. Sé que no es la mejor opción, pero todos nos equivocamos. Papá te quiere mucho, y se arrepiente de haberlo hecho, cariño. —Su mirada tenía tristeza, pena y dolor. Como si estuviera ocultando algo. Ella siempre fue una persona cuya dulzura se expandía por todo su ser. Pero ahora no pasaba eso.

— Mamá, ¿Dónde está papá? —Pregunté, tratando de calmar mi llanto. Ella me miró con mucha pena y dolor. Me sonrió tristemente, y lo soltó.

— Papá murió en un accidente automovilístico, una noche después de irse de casa.

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora