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Siento que la vida pasa y no he hecho lo que siempre he soñado. Sólo me siento a esperar que algún milagro me salve de mi destino. Pero eso no va a suceder.

Desde mi lugar veo a tanta gente feliz, vidas hechas, niños naciendo a cada minuto y personas entrando y saliendo de vidas como si de un apartamento se tratasen.

Yo estoy saliendo de la vida de todos los que estuvieron en la mía. Pero no va a haber un cambio radical, ya que no tengo a mucha gente en estos momentos.

Nina hace lo posible para que coma, y me mantenga un poco más viva que el día anterior. Pero es todo lo contrario.

Ella y su novio se quedan cada tarde conmigo, tratando de subir mi ánimo y haciéndome saber que no estoy completamente sola.

Me agrada ese chico para ella; es simpático y se notan que sus sentimientos son bastantes sinceros y buenos hacia Nina. Al menos, me iré en paz al saber que mi amiga está en buenas manos.

Ahora ellos se encontraban charlando conmigo, o más bien entre ellos, mientras yo solo aferro mis piernas a mi pecho sentada sobre la cama; observando la gente y los autos pasar por debajo de la ventana.

— Hey, Lana ¿Estás escuchándome? —Sacudió mi pierna levemente para llamar mi atención. Nina sonrió tristemente, y dejó su mano sobre mí pierna; esta vez para hacer caricias en ella.

Los observé expectantes; atenta a cualquier palabra que pudiera salir de sus bocas.

Nina suspiró dificultosamente, y Nathan, su novio, le brindó una caricia en la espalda; en señal de apoyo.

— Según la cuenta de tus días, sólo te quedan 3 en este mundo. ¿Qué quieres hacer? —Murmuró, al borde del llanto.

Me encogí de hombros débilmente. Últimamente no tenía fuerzas para nada. Había adelgazado demasiado y no hacía cosas productivas. Al fin y al cabo, no me servirían de mucho.

— A lo que se refiere Nina; —Continuó Nath.— Es que, si quieres visitar a tu madre, o dejar que ella venga a verte, nosotros cederemos. No nos molestará cumplir tus últimos deseos, creo que es lo mínimo que podremos hacer por ti. —Explicó. Nina había salido de la habitación con lágrimas corriendo por sus mejillas y una mano en su boca; intentando retener los sollozos.

Tal vez ella nunca debió haberme alojado y dejado en su casa desde un principio. Se había encariñado con alguien que no iba a estar por mucho tiempo.

— Llama a mi madre. Pero antes, a Nina. —Pedí, en susurros sin fuerzas.

Asintió. Y sin decir más; salió de la habitación con la mirada gacha.

Unos minutos después, la chica de ojos claros que podían iluminar una noche en reemplazo a la luna, entró a la habitación; secando sus mejillas y sorbiendo su nariz.

— ¿Qué sucede, cielo? —Preguntó cálidamente, tomando mis manos; con esa sonrisa tan característica de ella.

— Lo lamento. —Me disculpé. Ella me miró confundida.— Lamento haber causado todo este alboroto, y haber hecho que me des un techo hasta el último momento de mi vida. Lamento haber hecho que te encariñes con algo temporal. Lo lamento. —Finalicé, algo agitada.

Pero como si le hubiera dado el mayor de los regalos, tomó mi delicado cuerpo en sus nutridos brazos y me estrujó levemente contra su cuerpo; dándome el abrazo tan sincero y expresivo que jamás me había dado.

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora