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— ¿Qué es eso? —Pregunté atemorizada, señalando a aquella especie rara que caminaba por toda la habitación con su lengua afuera.

Estaba sentada en el medio de la cama de la chica, que según ella era Nina, con mis rodillas a la altura de mi pecho, lo más alejada de los bordes de la cama; para que ese bicho andante no me atrape.

— ¡Bob! ¡Aléjate de Lana! —Gritó, haciendo que me sobresalte en mi lugar. ¿Quién era Lana? — Es un perro inofensivo, no te hará daño. Ven, vamos a comer. —Sonrió cálidamente, ofreciéndome su mano para levantarme y seguirla.

— ¿Te conozco? —Pregunté tímida. Ella suspiró y asintió. Me dijo que era su mejor amiga. Pero yo no sabía si eso era bueno o malo.

— Siéntate y come. —Ordenó sutilmente.

¿Comer?

Me ruboricé al instante.

— ¿Qué es eso? —Pregunté tímidamente.

Nina suspiró pesadamente y se levantó de su lugar; dirigiéndose a mí.

— Esta es tu comida. —Señaló lo que había en la mesa, encima de un plato.— Y tienes que llevarlo a tu boca y masticarlo. Luego, lo tragas. —Finalizó su explicación. ¿Siempre fue así de amable? Es lamentable no recordarlo.

Asentí ligeramente y me senté en el lugar donde estaba mi comida.

Nina se volvió a su lugar, y comenzamos a comer de manera civilizada y silenciosa.

Tenía tantas dudas sobre mí y lo que estaba sucediendo en mi mundo. La pregunta más frecuente que ronda en mi dañada mente es "¿Qué está pasando?".

Definitivamente esta no es mi vida, y así no es como preferí mi destino.

Recuerdo muy pocas cosas sobre lo que fui, y sobre lo que seré. Recuerdo a Noah: un chico con ojos de color avellanas, que podían llegar a cautivar completamente tu atención sin la necesidad de palabras insignificantes.

Recuerdo que solía sentarse en un mueble, en la que parecía ser mi habitación, y observaba la historia de todas las tardes en la ciudad; por mi ventana.

Recuerdo que amaba los colores del cielo en el transcurso del sol ocultándose para dar paso al labor de la luna en las somnolientas noches. Para él, esos tiempos eran arte.

También amaba oír todo lo que en mí pasaba; hasta la cosa más insignificante. Como encontrar un pedazo chocolate mayor en mi chocolatada, o las historias recurrentes que solía inventar sobre la vida de las personas que, bajo mi ventana, pasaban.

Sólo recuerdo eso de tantas cosas que una persona normal podría recordar sobre su larga y emocionante vida. Pero yo no encuentro razones coherentes a todo lo que está sucediéndome últimamente.

Nina tiene un calendario en su refrigerador, en el cuál va tachando días y días; como si estuviera haciendo una cuenta regresiva para una fecha de suma importancia, y no olvidarse de ello.

— ¿En qué piensas? —Preguntó curiosa, con una sonrisa en su rostro.

No recuerdo mucho de Nina, y nuestra posible amistad que ella me cuenta. Pero estoy segura que lo que más amé y amo de ella es la facilidad que tiene para sonreír en todo momento; te trae consigo paz y confianza que no encuentras en cualquier persona.

Iba a responder a su reciente pregunta, pero unos fuertes e insistentes golpes en la puerta interrumpieron ese agradable momento, haciendo que me sobresalte a sobremanera.

Miré alarmada a Nina. Ella llevó su dedo índice a sus labios, haciéndome entender que debía guardar silencio, así ella podía fijarse quién era el creador de semejante conflicto detrás de la puerta.

Luego de fijarse por el pequeño agujero en la parte superior de la puerta, me ordenó a que me encerrara en el baño y no saliera hasta que ella me dijera; tomándome del brazo y llevándome hacia aquel lugar.

Una vez en el baño, oía los pasos de Nina; que se dirigía hacia la puerta, la cual en cualquier momento caería al suelo de la intensidad de los golpes en ella.

— ¡¿Dónde está?! ¡Sé que está aquí niña! ¡Devuélveme a mi hija!

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora