18

22 2 7
                                    

Ya sólo faltaba un día.

Las cosas estaban en ruinas.

La comida se estaba acabando en esta casa, así que Nina y Nathan decidieron salir a comprar la mercadería necesaria para el lugar.

Sí, estaba sola. Y no temía por mi vida, ya que mañana a más tardar se acabaría.

El sonido de la puerta principal abriéndose me dejó en claro que ellos habían llegado. Pero no escuché ruidos de llaves ni de bolsas; sólo pasos dirigiéndose hacia la habitación en la que me encontraba actualmente.

Con las pocas fuerzas, que yo creía inexistentes, me senté en la cama y tomé mis rodillas, apretándolas contra mi pecho, mientras esperaba que aquel ser que se encontraba bajo el mismo techo que yo, se hiciera presente en la habitación.

Los pasos eran cada vez más lentos y misteriosos, y el girar del picaporte también. Tal y como una película de terror, donde el asesino se aproxima a su víctima.

— ¿Quién eres? —Le pregunté a aquel chico, de ojos color avellana, que se encontraba parado en la puerta, observándome con una triste sonrisa.

— Oh pequeña, ¿No me recuerdas? —Preguntó, con un tono dulce y melancólico.

— ¿Noah? —Asintió lentamente. Cubrí mi boca con mis dos manos. Estaba paralizada.

— ¿No me extrañaste? Porque yo a ti sí. —Decía acercándose cada vez más.— ¿Por qué estás aquí, y no en casa? Vamos, te llevaré.

Justo cuando iba a tomarme en brazos, o tocarme aunque sea un pelo, grité.

— ¡No te atrevas a tocarme! ¡Vete de aquí! ¿No lo ves? ¡Me estás matando! —Mientras yo decía eso, él me observaba con ojos llorosos y confusos.— No sé si veré la luz del día mañana, ¿Y tú me tratas como si nada? ¡Tú acabaste con mi cabeza! ¡Tú apareciste para matarme! ¡Todo esto es tu maldita culpa! —Un dolor horrible abarcaba la parte superior de mi cabeza. Pero lo ignoré.

— No estoy entendiendo, Lana. Pero si de algo estoy seguro, es que jamás habría querido matarte, ni lo hice. —Sus ojos estaban húmedos, y el dolor y la culpa se reflejaban en ellos, como una pintura en un cuadro.

— Si no hubieras querido matarme no habrás aparecido jamás en mi vida. —Murmuré, cono todo el dolor y sinceridad que había estado ocultando todo este tiempo.

Él soltó unas cuantas lágrimas. Pero jamás bajó su vista al suelo, ni dejó de mostrarse fuerte. Aunque estuviera partiéndole en mil pedazos su corazón, su frente seguía en alto.

— Te amo, Lana. 

— Eso a mí no me sirve ahora. Vete. —Trataba con todas mis fuerzas, las cuales eran pocas, de no derrumbarme allí mismo.

Él no se inmutó ante mi pedido, lo cual hizo que me desesperara.

— ¡Vete! No quiero verte nunca más en este día ¡Te detesto! Eres el ser más repugnante que alguna vez haya aparecido en mi vida. Tú y yo no somos, ni fuimos, ni seremos. Hazme el favor de no aparecer en mi cabeza nunca más. ¡Tú no eres real y ya no quiero que lo seas en mi cabeza! ¡Vete! —Grité, desahogándome.

Y por primera vez en ese momento, había sentido como ambos corazones se quebraban, y cada pedazo salía volando de nuestro ser.

Porque nuestra cabeza puede olvidar. Pero el corazón nunca deja de sentir.

Noah se dirigía a la puerta con su vista en el suelo. Pero antes de que pudiera salir, la puerta se abrió rápidamente; mostrando a una Nina preocupada, seguida de Nathan, que se encontraba igual que ella.

Ambos miraron en dirección a Noah. Pero yo sabía que estaban mirando al vacío, ya que él solo era producto de mi imaginación.

— ¿Lana? —Llamó Nina

— ¿Qué quieres?

— ¿Quién es él?

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora