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La oscuridad ya reinaba en la ciudad, y el callejón en donde me encontraba era iluminado por la débil luz que emitía la luna a esas horas.

El suelo estaba húmedo y sucio. Habían ratas y cualquier insecto o bicho feo y escalofriante, y muchas bolsas de basura junto a basureros o sin ellos.

No tenía un lugar donde quedarme, y mis ahorros no son suficientes como para una noche en un hotel o algo por el estilo.

Me sentía muy débil y cansada, y el hambre comenzaba a hacerse presente en mi estómago. Entré a un local de pizza que se encontraba al lado del callejón, y pedí una mientras me sentaba y miraba por la gran ventana la gente ir y venir; algunos del trabajo, otros paseaban y otros simplemente caminaban sin destino alguno.

Aún trataba de asimilar eso de que moriría pronto. Mamá me asesinaba día a día. Noah no es real. Todo es tan injusto.

Las lágrimas caían sin mi permiso, yendo desde mis mejillas hasta mi mandíbula. Era ahora donde me había dado cuenta lo desagradecida que había sido toda la vida, y cuántas cosas y momentos había desperdiciado por tardes encerrada con mi propia mente.

— Oye, ¿Te sientes bien? —Preguntó la chica que había tomado mi pedido. Asentí y sequé mis lágrimas rápidamente.

— Estoy bien, tranquila. —Mentí y sonreí. Ella secó sus manos en el pequeño delantal que llevaba atado a su cintura, y se sentó enfrente mío.

— Está prohibido en este lugar que el servicio mezcle su vida laboral con su vida social, pero que más da. —Sonrió y yo reí levemente.— ¿Sabes? No te conozco en absoluto, pero creo que se te dan mal las mentiras.

Suspiré y miré otra vez a la ventana, debatiéndome mentalmente en si contarle la versión original de la historia. No parecía mala persona, pero la desconfianza venía impregnada en mí como mi piel.

Observé de nuevo a la chica, que esperaba pacientemente mi respuesta, y sonreí falsamente.

— Típicas peleas en casa, ya sabes. No tengo dónde quedarme, el dinero es escaso al igual que la comida en mi organismo. —Reí nerviosamente, esperando que se haya tragado mi mentira.

Iba a responder, pero un hombre grande y fortachón, con un delantal blanco bastante sucio y una espátula, gritó el nombre de "Nina" , y ella lo miró alarmada.

— Debo irme, el trabajo sigue. —Asentí.— Hey, mi turno termina en una hora y media, ¿Te importaría esperarme? Tengo una propuesta para ti. —Me guiñó un ojo.

— Claro, pero no me gustan las mujeres, no te confundas. —Bromeé y ella soltó una carcajada, para luego seguir con su trabajo y traer mi comida.

Algo iba mejorando en mi vida, a último momento, pero lo hacía.

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora