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La oscuridad de una noche eterna entra por mi ventana. Mis ojos cristalinos veían la luz de la luna como si en ella se encontrase el secreto para la paz mundial. Y en estos momentos, la soledad era mi mejor acompañante.

Toda niña desea tener a su príncipe. Alguien que robe su corazón; que la enamore, se casen, y formen una familia hermosa llena de amor y felicidad, donde el dolor y los recuerdos no tienen una habitación en su gran palacio.

Mi príncipe era mi padre; él se robó mi corazón, el cual ahora lo tiene tres metros bajo tierra, y su alma me protege desde lo más infinito del celeste cielo.

Él es el único príncipe que desearía tener para siempre. El cual se robó mi corazón, tuvimos una hermosa familia, vivimos felices y todo eso, hasta cierto punto.

Aún no comprendo las injusticias de la vida. Tal vez mi padre cometió un error, y la vida se la cobró demasiado pronto.

Sé que él no quiso irse, no quiso abandonarnos ni hacernos mal. Sólo estaba asustado y agobiado de tantas críticas que recibía sobre su insana hija, y tomó decisiones que no pensó con claridad.

¿Por qué pasa esto siempre, vida? Las personas nos equivocamos, y algunas somos mejores que otras, pero tú decides llevarte a las mejores, y hacer del mundo una catástrofe con personas malas.

— Lana, abre la puerta. Necesitas tus antidepresivos. —Decía mamá, golpeando la puerta.

— Adelante. —Respondí, sin quitar la vista de mi ventana.

Extrañaba a Noah. Dijo que no aparecería en unos días, ya que tenía asuntos pendientes que resolver. Espero que no sea nada grave.

Tomé las pastillas que mamá me extendió, una vez que entró a mi habitación, y las tragué con ayuda del agua.

Ella me dijo que cambiaron mis antidepresivos, ya que los anteriores no hacían nada de efecto. Pero, sinceramente, estos tampoco causaban algo en mí.

— ¿Cómo te sientes? —Preguntó cálidamente, sentándose a mi lado, rodeándome con un brazo detrás de mí espalda, hasta llegar a mi brazo y frotar su mano en él; brindándome caricias. Mamá era una de esas personas que te brindan paz con solo decir una palabra. Era una mujer llena de dulzura y pureza, que por más enojada que esté, siempre lograría darte ternura y sacarte una sonrisa. Reflejaba a una inocente niña rubia con ojos tan verdes como el césped, de 5 años, en un cuerpo adulto.

Me encogí de hombros, sin quitar la vista de mi ventana. A estas horas, el cielo se teñía de colores anaranjados, lilas, y rosados; dando una vista relajante e hipnotizadora.

— Lo extraño. —Solté. Mamá me miró confundida, ya que no sabía a quién me refería.— A los dos.

— Oh, cariño. También extraño a tu padre. Lo amaba mucho, fue mi primer amor. Pero, ¿Sabes? Tú tienes una vida por delante, no te detengas a pensar cuánto extrañarás a todos, o la vida se te pasará en eso.

Pero lo que no sabía, es que ellos se irían de forma permanente, gracias a ella.

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora