6

25 4 0
                                    

— Fantástico, Lana. Fantástico. ¿Sabes? Me pararé y aplaudiré, porque lo que hiciste es increíble. —Exclamó, parándose y aplaudiendo.

— Cállate, Noah. A veces logras que te odie puramente. —Rodeé los ojos.

— Entonces, déjame pensarlo otra vez. ¿Casi asesinas a tu propio doctor, diciéndole que no estás loca y que estarían felices por siempre, y había una navaja en esa habitación? —Asentí.— ¡Pero es que eso no tiene un puto sentido!

— Te digo que había una navaja en uno de los cajones de su mueble, ¿Crees que miento? ¡Estuve una puta semana en una clínica!

— Está bien, te creo.

— ¡Lana! ¿Está todo bien? —Preguntó mamá, tocando la puerta. Le respondí afirmativamente y esperé a que se fuera para volver a hablar.

— ¿Me extrañaste? —Preguntamos al unísono. Yo reí y él rodó los ojos.

— Claro que no. —Volvimos a decir, y esta vez ambos rodamos los ojos.

— ¿Qué sucedió para que quisieras asesinar a Becher? —Preguntó lenta y pacíficamente. Como si cada palabra feroz que dijera pudiera dañarme. Me encogí de hombros.

— ¿Me creerías si te dijera que no recuerdo absolutamente nada? —Noah asintió.— Todo lo que sé, es lo que oí de la conversaciones de las enfermeras o lo que el doctor me dijo a mí.

— ¿Por qué crees que lo pudiste haber hecho?

— A veces la desesperación de que nadie me crea sobrepasa mi límite, Noah. Estoy cansada de que digan que tú no existes y que sólo eres un producto de mi imaginación. —Comencé a alterarme.

— Lana, cálmate. Sabes que no puedo presentar-

— ¡No! ¡No lo sé! Nunca me das una puta razón, Noah. Me lastimas, creí que eras mi mejor amigo. Pero ahora, luego de ocho años junto a ti, me doy cuenta de que eres un cuchillo dentro de un globo. ¡Jamás deberías haberte aparecido en el bosque! ¡Jamás!

— ¿Por qué tendría que darte una razón? Estás tan concentrada en lo que los demás piensan de ti que tú misma te lastimas.

Mamá comenzó a golpear la puerta y a pedir que le abriera. Noah y yo seguíamos discutiendo y yo ya me encontraba llorando y buscando esas pastillas por toda mi habitación. Era otro estúpido ataque.

— ¡Maldición, mamá! ¡Vete! —Grité.

Noah se acercó rápidamente, y me atrajo hacia él en un abrazo. Así, siempre lograba calmarme cuando tenía una pesadilla o los ataques comenzaban. Era algo que hacía más efecto que unas estúpidas pastillas.

Susurraba palabras para que dejara de llorar, y volviera a estar estable. Quería mucho a Noah, y tenía miedo. Miedo porque no soy lo suficientemente buena para él. Digamos, se avergüenza de que lo vean conmigo, no soy estúpida. Sé que es real, lo siento, lo veo, y es así, pero no puedo enamorarme de él. Arruinaría nuestra amistad de años, y si terminamos esto se iría a un tarro de basura, todos los momentos juntos serían pasado, y no quiero eso.

Todas esas acusaciones de que estoy loca hicieron que mi coherencia se haga cada vez más pequeña. Quién sabe, algún día puedo despertar y matar a todos, o puedo no despertar.

— Nunca les creas, Lana. Sólo quieren alejarte de mí, porque creen que no soy lo mejor para ti. Pero ¿Sabes? Un montón de pastillas y doctores no lograrán separarnos, jamás.

Y justamente, a eso le temía más que a nada.

trust meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora