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El gran cielo vestido con sus grandes nubes grises, acompañaba el ambiente en aquel lugar tan triste y nostálgico. Lleno de dolor y arrepentimiento.

Para muchos, la muerte llega sin previo aviso; simplemente se lleva a tu corazón incapaz de seguir un día más en la tierra. Pero a mí, la muerte me llegó cuatro meses antes de lo esperado.

Por más que aceptes la muerte, nunca sabrás cómo ni cuándo llegará, ni como será todo después de eso.

No todos tienen el privilegio de morir en una cama, rodeado de sus seres queridos y con sus metas cumplidas. La muerte te toma por sorpresa y te arrebata lo único que intentaste cuidar durante toda tu existencia; la vida.

A Leah, la muerte le arrebató su única familia; la que había costado tanto formar, como para que años después se la quitaran de sus manos como a un niño le quitan su dulce favorito.

Ella misma no creía eso de que lo malo traía consigo algo bueno. Porque nada podría ser mejor que su primer y única familia.

A Nina, le quitaron una hermana. Le quitaron sus ganas de querer ayudar a Lana, sin esperar algo a cambio.

Ella sabía que corría un riesgo enorme al encariñarse con alguien que se iría pronto y para siempre de su vida, en contra de su voluntad. Pero eso no evitó que diera todo de sí misma para amar, ser amada, ayudar y tratar de salvar.

A Nathan, le quitaron una pequeña hermana, otra vez. Una chica que habría deseado conocer mejor en otras circunstancias. Pero que al fin y al cabo, terminó robando parte de su corazón al sentirla como su difunta hermana de sangre, que se asemejaba bastante a ella.

A Noah, le quitaron su alma. La razón por la cual salía de su hogar cada mañana-tarde-noche para entregarle su corazón a alguien que sabía que hacía lo mismo. Se llevaron a su primer amor, y jamás se perdonará no haber hecho algo para que las personas le hubieran creído las palabras a su pequeña, y ahora difunta, chica.

Y Steven, ahora tiene a su pequeña niña, quien se encuentra llorando por haber llegado tan temprano y tan injustamente a su lado, convirtiéndose en un ángel que ahora cuidaría de los que cuidaron de ella en vida.

— Si alguien tiene algunas palabras para decir, por favor, pase al frente. —Ofreció el Sacerdote a las pocas personas que se encontraban allí.

Nina se levantó de su lugar, dispuesta a ser esa persona que el señor había dicho.

No tenía palabras listas, con todo esto no había tenido tiempo de escribirlas. Pero diría lo que se le cruzara por la cabeza sobre los últimos meses.

Ya adelante, acomodó su vestido, aclaró su garganta y suspiró.

— Me llamo Nina, y fui una de las pocas ayudas que recibió Lana, mi mejor amiga ahora fallecida, en sus últimos momentos. —Levantó su vista al cielo, tratando de no soltar más lágrimas. Le dolía decir que Lana ya no estaba.— Nunca había conocido a alguien como ella, y cuando digo nunca, es nunca.
Ella marcó su huella en mi corazón, alma y mente. Y estoy segura que sus recuerdos se harán presente en los momentos que la extrañe demasiado.
Sólo voy a aclarar cuánto la quise, quiero y querré, y cuánto la extrañaré.
Yo la necesité en mi vida más que ella a mí, y voy a necesitarla por siempre. —Volteó a ver el lugar donde se encontraba su amiga, y acarició su suave y pálido rostro.— Espérame allí arriba, Lana. Reserva las mejores alas para mí. 

Y se fue, sin mirarla otra vez. Se fue hacia su lugar, sintiéndose orgullosa de haber estado hasta el final, y de haber hecho hasta lo imposible por aquella chica.

— Eso fue muy emotivo. —Dijo el Sacerdote, parándose allí adelante como de costumbre.— ¿Alguien más tiene algo para decir?

Y Nina, por impulso, volteó a ver a todos lados y cada rincón de la iglesia, con la esperanza de encontrarlo. Pero dejó de buscarlo al oír su voz.

— Mi nombre es Noah, y fui su mejor amigo.

Fin.

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