14º Dandelion
Peeta continuó conduciendo sin parar, Katniss permanecía tumbada en el asiento de atrás, con la niña entre sus brazos, tapada con la camiseta de Peeta. Katniss se sentía muy cansada, estaba deseando cerrar los ojos, pero se dijo a si misma que debía permanecer despierta hasta que la vida de su hija con corriera peligro.
Peeta la miraba de vez en cuando, sabía los esfuerzos que estaba haciendo por no dormirse, y lo agradecía enormemente, no estaba seguro de que ocurriría si Katniss se dormía, había perdido mucha sangre durante el parto, y temía haber hecho algo que pudiera dañarla.
Una ráfaga de viento entrando por la ventanilla del coche hizo que Peeta pusiera atención a la carretera que tenían delante, a unos metros de distancia se acababa el túnel y salían a campo abierto. Al principio eso no hizo que Peeta se sintiera mejor, pero unos minutos después vio a lo lejos las luces del Capitolio.
Una sonrisa surcó su rostro, estaban a muy poca distancia de estar a salvo, miró a Katniss sonriente, y esta le devolvió la sonrisa, pero esa sonrisa no llegó a sus ojos, Katniss parecía muy enferma.
-Aguanta un poco más, no tardaremos mucho en llegar.
-Hago lo que puedo- Le dijo ella haciendo notorio su cansancio.
-Voy lo más rápido que puedo- Dijo Peeta atolondradamente, asustado por la voz de Katniss- Tienes que aguantar, si llegamos allí, los médicos se asegurarán de que las dos estéis bien.
-Lo sé- Estiró con torpeza el brazo y le dio la mano- Confío en ti.
La mano de Katniss cayó sin fuerzas, Peeta vio como se le cerraban los ojos sin remedio, asustado, apretó el acelerador y condujo todo lo rápido que pudo hasta llegar a los límites del Capitolio. Un muro enorme le impedía el paso.
-¡Abran! ¡Por favor! ¡Abran la puerta!
-¿Quién es?- Preguntó desde el otro lado un guarda.
-¡Soy Peeta Mellark! ¡Traigo conmigo a Katniss! ¡Necesita un médico con urgencia!
-¡Adelante!- La puerta se abrió rápidamente y en cuanto Peeta hubo entrado el coche, la cerraron de inmediato. Al otro lado un guardia lo paró, miró el asiento trasero del coche y de inmediato informó por radio. En cuanto recibió la respuesta se sentó en el asiento del copiloto- Vaya al hospital principal, yo los acompañaré, allí los estarán esperando el doctor Aurelius y la madre del Sinsajo junto a la presidenta.
Peeta no respondió, simplemente se puso en marcha, sentía una opresión en el pecho como nunca antes la había sentido, en ese momento, la idea de perder a Katniss estaba más presente que nunca y eso lo volvía loco.
En unos pocos minutos llegaron al hospital indicado, la madre de Katniss y el doctor Aurelius se las llevaron a ella y a la niña, Peeta se quedó en la entrada con la presidenta.
-¿Qué es lo que ha ocurrido?- Peeta le narró atropelladamente lo sucedido- ¿Y Haymitch?
-No sabemos nada de él desde que salimos de allí.
-Está bien- Le colocó las manos sobre sus hombros y lo miró a los ojos- Ahora quiero que te tranquilices, los mejores médicos están ahí dentro con ella, se pondrá bien.
-Eso espero.
Peeta no aguardó más, entró rápidamente intentando llegar donde estaba Katniss. En el pasillo, ante la puerta de emergencias estaba la señora Everdeen, con su pequeña en brazos, acunándola y cantándole para dormirla.
-Es preciosa Peeta.
-Lo sé- Acarició su cabecita con cariño- Es lo más hermoso que he visto jamás- La mujer le dedicó una sonrisa sincera y radiante, pero Peeta tenía la cabeza al otro lado de la puerta- ¿Cómo está Katniss?