VIII

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– ¿Viktor aún no ha llegado? –Preguntó Yuuri. La noche anterior los tres habían regresado a la posada, sin embargo, a la hora de la cena el mayor no se había presentado.–

Debe confesar fue en su búsqueda esa noche mas no lo encontró, así que asumió había salido. Secretamente deseó encontrarlo, que cenaran juntos y luego Viktor le pidiera, como era habitual, durmieran juntos. Él se negaría, pero finalmente accedería gustoso. Quería sentirse envuelto por sus brazos, quizás pudiera ser la última vez que podrían estar así.

Un pensamiento egoísta proveniente de su palpitante corazón enamorado.

– Dicen que estuvo toda la noche bebiendo. Ese maldito viejo... –Contestó irritado Yurio.–

El moreno asumió había sido así, después de todo, esa mañana no sufrió los acostumbrados ataques matutinos del mayor quien siempre lo asaltaba para ir a despertarlo. Se metía en su habitación y se lanzaba a su cama, seguido de él, Makkachin se unía lamiendo su rostro; era habitual ese despertar para el japonés cuando tardaba en levantarse. Hoy fue Yuuri quien abordó la habitación de Viktor encontrando su cama perfectamente estirada y sin rastro de su propietario.

Así el dueño de esos hermosos ojos acuamarina no se encontrara, ellos debían comenzar con el entrenamiento. El día que venía sería la presentación para dictaminar al ganador del Onsen On Ice y aún, por lo menos a Yuuri, le quedaban bastantes aspectos a perfeccionar de su coreografía, partiendo por el salchow cuádruple. Estando su entrenador ausente y deseando sorprenderlo, se atrevió a pedirle a Yurio lo ayudara con el salto, no pensó que accedería de buena gana.

Era bueno no notar esa electrificante antipatía que antes sentía estando en un mismo lugar con el ruso menor, el rubio era arisco e insolente, como cualquier otro adolescente que no acepta lo estén mandando; en la adolescencia uno siempre se cree el rey del mundo, y quiere, cree, que tiene la razón en todo lo que dice así esto no sea cierto. Seguía arisco con él, era parte de su personalidad, empero tras la máscara de chico rudo también se podía encontrar a un muchacho como cualquier otro que poco a poco se abría a los demás.

– ¡Apestas! –Declaró el menor al verlo fallar el salto.– Oye Katsudon, mírame a mi hacerlo otra vez

– Siento llegar tarde –Escucharon ambos, volteándose para ver a su entrenador ingresar al lugar.– ¿Eh? ¿Qué estaban practicando?

Portaba la misma ropa del día anterior, se encontraba desaliñado y lucía cierta sonrisa bobalicona que a Plisetsky le crispaba los nervios. Volvía a ser él mismo, tal parecía. Pero continuaba sintiendo una mala sensación. Daba igual, no permitiría que el ánimo del estúpido de Viktor boicoteara su propio centro; agradecía, sí, las feromonas del lobo volvieran a ser las de siempre, con esa cordialidad y pacifismo que le fastidiaba, las prefería así a como éstas estuvieron en los últimos días.

Freeze You Out [Yuri On Ice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora