IX

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No fue sólo el galán quien permaneció en Japón.

Yurio decidió no volver a Rusia, dijo que permanecería en Hasetsu hasta que se le diera la gana, Yuuri no pudo negarse aunque Viktor sí se mostró algo reticente a la presencia de su compatriota allí. El entrenador cavilaba respecto a cómo podría entrenarlos a ambos, sí, prometió cumpliría el deseo del ganador, eso ameritaba dedicarse al entrenamiento del japonés, no del rubio, pero éste era persistente y el buen corazón de su pupilo afectó su decisión.

– Está bien, les entrenaré a ambos –Suspiró dándose por vencido.–

– Gracias, Viktor –Sonrió agradecido Yuuri luciendo esa resplandeciente sonrisa cándida que le caracterizaba y que tanto le gustaba al mayor.–

– ¡No Yuuri! ~ –Como era habitual, le cayó encima al moreno en un abrazo. Estaban los tres en el comedor, frente a la mesa donde solían comer. Los mayores en un extremo, sentados uno al lado del otro (bueno, ahora uno siendo abrazado por el otro) mientras que Yurio los enfrentaba en el otro.– No eres tú el que debe dar las gracias~ –Canturreó observando al menor de los tres al otro lado, enfrentándose con esa mirada verde en busca de esa simple palabra que al dueño de las esmeraldas le costaba tanto pronunciar. Inclusive dentro de su conmocionado sonrojo, Katsuki observó al mismo chico.–

– Tsk. No voy a agradecerte nada, viejo. Tú me prometiste programar una coreografía para mi –Dijo cruzándose de brazos mirándole ceñudo. Típico de Nekomatas, orgullosos hasta el cansancio.–

– Y lo hice –Dictaminó con simpleza y una sonrisa que al rubio le crispó los nervios.–

Siempre habían llevado una convivencia pacífica, con sus roces producto de las diferencias etarias, de personalidad, pero por sobre todo, sus naturalezas que en veces los hacían pelearse sin motivo aparente (quien siempre iniciaba las discusiones era Yurio) Sin embargo ahora se declaraban la guerra por otros motivos, uno que tenía nombre y apellido: Katsuki Yuuri

¿Lo peor de todo? Que el susodicho siquiera era consciente lo que ocasionaba en los rusos, como Saru, no veía el conflicto de apariencias espirituales que se gestaba tras las sonrisas tensas de Viktor y el ceño fruncido de Plisetsky, mucho menos podía percibir las feromonas que los rusos expelían en respuesta.

– ¿Yuuri? Mamá dice que me ayudes con la lavandería –Se asomó Mari interrumpiendo la atmósfera algo tensa (incómoda para el japonés, que no sabía bien como mediar entre los extranjeros).–

– Mari-neechan, ya voy –Se revolvió algo asorochado debido al abrazo de Viktor, ya no saltaba como conejo atrapado, como sucedió mucho las primeras semanas, pero continuaba sintiéndose avergonzado y tembloroso entre sus brazos por muy a gusto que se sintiera siendo abrazado por el peliplateado ¿Quién no podría sentirse inmensamente feliz envuelto por la persona que te gusta?.–

Freeze You Out [Yuri On Ice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora