Capítulo 26: Éste Es Tu Final...

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~Vivían~

Hiliana cae al suelo chillando furiosa, y yo me sigo riendo de ella. Y no es una risa de alegría, son caracajas macabras, que auguran cosas muy malas para ella. Que causan incluso a los presentes, escalofríos.

Entre los que se cuentan, líderes de varios clanes, y otros de menores rangos pero igualmente importante, observan la escena impresionados y se alejan varios metros hacia atrás.

Miro a Hiliana quién se para furiosa e intentaba asestarme un nuevo golpe, y detrás de ese otros más, yo los esquivo con facilidad, no sé porqué tengo esa manía de jugar con mi oponente cuando la vampiresa en mí esta furiosa.
La rabia no se va de su rostro, y la fustración hace acto de presencia en sus esfuerzos por atacarme. Pero esto es solo el principio, para mí, recién comienza la acción.

A menos que cometa el error de insultarme como lo hizo Ben o mi Tía, con la que me desquite hasta dejarla irreconocible.
Hiliana me sigue en sus intentos de golpearme, ahora me detengo y no la esquivo, la dejo golpearme. Para ser unos cientos de años mayor que yo es tan predecible.

Veo optimismo en su mirada tras ese acto victorioso para ella, pero ni siquiera me duelen sus golpes, ni siquiera me mueven un centímetro de donde estoy parada mirándola malévola mente. Necesito demostrarles a todos los presentes, que el peor error que pueden cometer es confiarse y meterse conmigo.

¡Nadie, nunca más lo hará!

Cuando ella va darme el cuarto golpe, el que por cierto va dirigido con su puño bueno a mi labio, detengo el golpe sin problemas sin hacer demasiada presión, sujeto su puño y con mi rodilla le doy en su estómago. Con mi frente quebro su nariz, con mi mano derecha la tomo del pelo, la arrastro por zorra y por querer dañar a una chica indefensa.

"Ah que satisfactorio"

Hago chocar su cabeza contra uno de los muchos pilares del palacio que hay en el gran salón de baile, y la suelto.

Cae al suelo he intenta pararse, pero con mi pie derecho le doy una patada no tan fuerte para no hacerla volar por los aires, en el vientre, se queja y escupe sangre. Levanto mi mano derecha, y examinó tranquilamente mis muy afiladas uñas. Las que fácilmente podrían poner fin al sufrimiento de la vampiresa, el cual por cierto recién comienza...

— ¡Eres una pequeña perra entrometida! —《¿porqué siempre joden la diversión?》 Hiliana me sigue gritando y despotricando contra mí. Según había escuchado debía tener unos 300 años de edad. Mi ira comienza hacerse palpable en el aire, solo un poco, ¡zorra vieja y descarada! Poniéndose al nivel de una adolescente, pero la guinda de la torta fue— ¡Eres igual a la maldita de tu madre! Era una pe... —el fuerte golpe que le doy en su boca de mierda la lanza a unos dos metros cayendo casi a los pies de mi padre sin dejarle terminar la maldita frase.

Me traslado rápido a su lado y la agarro del cuello con mi mano izquierda levantándola del suelo. Con mi otra mano comienzo a rasgar la piel que va desde su mejilla a su cuello; mis ojos cambian a un rojo púrpura, eso lo sé porque el espejo de sus ojos negros abiertos como platos me lo hacen ver. Un hilillo de sangre comienza a brotar de su cuello.

Mi furia hace retrocer a todos los presentes, mis colmillos aparecen blancos y filosos, deseosos por desgarrarle el cuello a esta maldita, ¿cómo se atreve a hablar así de mi madre? No la conocí en persona, y nunca hablo de ella, pero eso no quiere decir que no me importe quién me dio la vida.

Acerco mi nariz a la garganta de Hiliana y susurro a su oído.

— Éste es tu final... —entierro mis colmillos en su cuello y lo desgarro sin remordimientos. Ella es una muñeca de trapo en mis manos, con ansias separo la cabeza de su cuerpo, y la lanzo al suelo de mármol del hermoso salón de baile del castillo.
Miro el carmesí que ha manchado el piso antes blanco, me agacho y con una de mis manos arranco el corazón de la maldita, porque si no lo hago no morirá completamente, y así es el final de Hiliana.  Al final no fue tan lento.

Levanto la mirada con el corazón en mis manos, observo a los que están a mi alrededor. Las miradas de envidia fueron reemplazadas por miedo, horror, las de desconfianza por respeto.

Solo la de mi padre no cambia, es la misma mirada de siempre, amor, ternura y orgullo.

Me dirijo al lado de Dioniso, y de reojo veo a la chica. Se ve un poco mejor.

— Toma... —le entrego el corazón que llevo en mi mano— sabes que ahora es tu turno, acaba con él, sigue vivo. —lo recibe, mientras me mira con un asentamiento con la cabeza; en su mirada veo agradecimiento, respeto, un aliado. Sabe lo que tiene que hacer, y me voy.

Camino a la salida, y todos se hacen a un lado para dejarme pasar. Levanto mi mirada con altivez mientras paso, y ellos la agachan en señal de sumisión, de respeto. Me temen, me admiran, me odian. Nunca podré caerle bien a todos, y no me importa realmente.

Ahora ya saben a quién se enfrentan por si se les ocurre alguna mala jugada en mi contra en un futuro o ahora.

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"El Amor También Es Para Mí" Vivían Libro 1  [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora