Que los del A estaban mejor organizados que nosotros se notaba a años luz. Habían arrastrado mesas de las clases a la entrada del bloque formando una barricada y había un par de chicos con bates improvisados vigilando el acceso, de manera que nadie pudiera entrar sin ser identificado. Nos dejaron pasar sin problemas, suponía que porque conocían a Bell. Cerca de la entrada, en otras dos mesas alineadas, un grupo de chicos hacían trueques, de nuevo vigilados por otros apostados en las esquinas; uno de ellos nos condujo sin hacer preguntas a la habitación de Jerome.
Había un rasgo en particular que diferenciaba a los chicos del reformatorio del resto, incluyéndome a mí. No importaba si tenían trece o dieciocho años, si eran chicos o chicas o la historia más o menos traumática que tuvieran detrás: sus ojos siempre eran fríos, astutos y cargados de resentimiento. Los de Jerome no eran diferentes, sencillamente albergaban más rencor que los de la mayoría. Los chicos seguían a Brandon y Sullivan porque les tenían miedo pero a Jerome además de miedo le tenían respeto.
Por supuesto el bloque A al completo se burló de mi teoría, e incluso me ofrecieron gratis una pastilla por si tenía fiebre mientras seguían partiéndose de la risa. Sin embargo unos cuantos terminaron por acompañarme, no porque me creyeran sino porque, igual que había dicho Bell, ninguno tenía nada mejor que hacer. Además de Bell se unieron el propio Jerome, su primo al que apodaban Hammer, otro del A llamado Lucas y Texas. Tex era una chica alta y rubia de nuestro bloque que se movía entre los distintos grupos con la misma soltura que Bell pero a diferencia de la seriedad de ésta ella se lo tomaba todo como si fuera una especie de broma permanente.
Por eso los seis terminamos en el patio, donde habían arrastrado los cuerpos de Steve y Ben. Alguien, en un raro gesto de respeto o de compasión, los había cubierto con una loneta de plástico oscuro.
- Vamos Héroe. Tú nos has traído hasta aquí, haz los honores – me dijo burlonamente Hammer. Siempre había querido tener un apodo como lo tenía Hammer o incluso Texas y Bell, pero lo de "héroe" con ese tono de cachondeo continuo empezaba a hartarme.
Con el palo de Bell, quien por cierto había afilado uno de los extremos hasta convertirlo en una especie de estaca puntiaguda, moví el plástico que tapaba los cadáveres. Por muy ridícula que fuera mi teoría se notó que estaba nervioso porque me temblaban las manos, pero nadie dijo nada, básicamente porque todos habían retrocedido unos pasos y observaban conteniendo la respiración. Ninguno se tomaba en serio mi teoría, pero cuando se tienen menos de 18 años por muchos golpes que te haya dado la vida una parte de ti aún continúa creyendo en lo imposible.
Tras unos segundos de indecisión terminé por levantar el plástico de golpe y apartarme de un salto. Los cadáveres de Steve y Ben contemplaban el cielo con sus ojos vidriosos y muertos. Steve tenía la frente hundida, efecto secundario del fatal encontronazo con la Xbox, Ben tenía el rostro lleno de marcas de uñas y dientes y una expresión de mudo horror congelada en sus rasgos aniñados. El boquete en el cuello, aún lleno de sangre coagulada, evidenciaba la causa de su muerte. Por supuesto ninguno daba señales de planear resucitar convertido en zombi.
- ¡Joder tío! Qué puto asco – Lucas hacía gestos exagerados de estar a punto de vomitar. A su lado Tex reprimía una arcada pero parecía aliviada de que los muertos fueran eso, muertos.
- Se los ve tan zombis que estoy a punto de mearme encima – Hammer se reía y tras palmearme el hombro chocó el puño con Lucas. Bell y Jerome me miraron con gravedad y sacudieron la cabeza.
- Lo siento tío – dijo este último - Una teoría interesante, pero tenía un fallo. Steve mordió a Ben, pero nadie había mordido a Steve. La fiebre le volvería loco, eso es todo.
Me sentí avergonzado por haberlos arrastrado hasta allí gracias a mi estúpida e infantil teoría sobre los zombies. Ahora era el hazmerreír del bloque A y el cabeza de turco del C, ya sólo faltaba que los del B me nombrasen su mascota oficial. Abochornado estiré el plástico para tapar de nuevo los cadáveres.
- ¿TJ?
Fue el tono dubitativo de Hammer lo que me hizo incorporarme con rapidez. Si lo que perseguía saliendo al patio había sido confirmar mi hipótesis no podía haber soñado con una prueba mejor que lo que teníamos delante: TJ, alias Theodore Johnnson, dieciséis años, casi un metro ochenta de altura y el doble de peso, estaba plantado entre nosotros y la puerta de entrada al bloque, cortándonos la salida. Tenía la misma expresión entre atenta y alelada de Steve en la sala y le salía de la boca la misma sustancia espesa y oscura. Contrajo los labios, mostrando unos dientes ennegrecidos, y emitió un gruñido gutural.
- ¿TJ? – repitió Hammer con voz débil.
- Hammer, creo que deberías retroceder. Despacio. Y eso va para el resto: moveos lentamente.
Jerome nos habló en un tono bajo y controlado que no admitía réplica y todos obedecimos paladeando el peligro en el aire. Empezamos a movernos muy despacio, sin perder de vista a TJ, que olisqueaba el aire y se balanceaba como si estuviera borracho. Esa indecisión desapareció en el instante en que Lucas tropezó. TJ dejó de moverse con torpeza para correr hasta el chico y saltarle encima con un bramido salvaje. Todos gritamos, el que más Lucas cuando TJ le arrancó la nariz de un mordisco y le hizo caer al suelo. Mi heroica reacción fue echar a correr, pero me enredé con la pierna de Steve y me fui de bruces al suelo. A mi lado Texas pasó corriendo como una exhalación y desapareció en algún rincón del patio, lo que dejaba solo a tres en pie contra la versión tanque de un muerto viviente.
El primero en contratacar fue Jerome: golpeó a TJ en el lateral de la cabeza con uno de los bates hechos con las patas de las sillas. Eso debería haberle noqueado, pero fue como golpear un muro. Lo único que consiguió fue que TJ dejara de morder a Lucas para atacarle a él, que retrocedió a toda prisa blandiendo el bate en el aire. Hammer defendió a su primo golpeando a TJ en el estómago pero el chico parecía inmune a los golpes y embistió a Hammer, derribándolo. Le habría mordido como a Lucas de no ser por Bell, que intervino pateándole en la parte de atrás de la rodilla. Eso hizo que se tambaleara, lo que aprovechó para entrelazar ambas manos en un puño y golpearle en la cara hundiéndole la nariz hacia dentro. Tendría que haber sangrado pero lo único que brotó de su nariz fue la misma sustancia espesa y oscura que había estado echando por la boca.
Jerome apoyó el ataque de la chica contra TJ aporreándole de nuevo con el bate, esta vez en la nuca. La fuerza combinada de ambos logró derribar la mole que había sido TJ. Hammer también se movió y placó al chico impidiendo que se levantara.
- ¡Héroe, el palo! – me chilló Bell mientras los dos chicos mantenían a TJ pegado al suelo, quien a su vez lanzaba dentelladas al aire tratando desesperadamente de morder a quien tuviera más cerca. Sorprendido advertí que aún tenía el palo de fregona en la mano y se lo lancé. Ella lo atrapó en el aire.
- ¡En la cabeza! ¡Dale en la...! – dejé de gritar instrucciones porque era innecesario: Bell usó el extremo afilado del palo y atravesó de lado a lado la cabeza de TJ con mortífera precisión.
TJ emitió un último balbuceo y se quedó inmóvil. Al igual que en la sala un confuso silenció pareció envolvernos. Hammer se apartó de TJ jadeando. A su lado Lucas se incorporó tapándose la nariz - o lo que quedaba de ella - con las manos. La sangre se le escurría entre los dedos empapando su cara y su ropa mientras aspiraba aire a bocanadas.
- Tapona eso – Jerome le tendió su propia chaqueta para que detuviera el sangrado pero fue muy evidente que no quiso tocarle ni acercarse más de la cuenta. Bell extrajo el palo de la cabeza de TJ. Estaba atorado y tuvo que retorcerlo para poder sacarlo, produciendo un crujido tan húmedo y asqueroso que me hizo ladear la cabeza y vomitar lo poco que tenía en el estómago. Menudo héroe estaba hecho.
- Por si os interesa, tengo otra teoría – dije cuando reuní fuerzas para incorporarme.
En ese momento la verja metálica de varios metros de altura que rodeaba el patio empezó a agitarse y a temblar con un tintineo metálico y siniestro, como si varias decenas de manos estuvieran zarandeándola con fuerza al mismo tiempo.
Porque eso era justamente lo que estaba ocurriendo.
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Remember our names
Science Fiction[Lista corta Wattys 2017]. "Quedábamos 43 chicos y chicas en el reformatorio. 17 del bloque C, 8 del bloque B y 12 del A, más los seis que estaban en la enfermería. Los responsables, quienes "por nuestro bien" nos habían enviado a Weston&Trump, se h...