No importaba que no fuera la primera vez, hacer frente a un zombi seguía siendo extremadamente difícil y matarlo sin resultar heridos lo era más todavía. Que lo hubiéramos hecho antes no te preparaba para repetirlo una y otra vez como si fueras un autómata, sólo te daba más ganas de esconderte en algún lugar oscuro para no salir jamás.
El tiempo pareció transcurrir más lento. Lucas masticaba metódicamente lo que segundos antes habían sido los dedos de Tex. Gracias a TJ, donde antes debería haber estado su nariz sólo había un agujero grotesco medio taponado por sangre coagulada. La barbilla y la parte inferior de su cara también estaban cubiertos de costras de sangre resecas, dándole el aspecto de alguien surgido de una película de terror. Los restos de un tosco vendaje le colgaban de un lateral del pómulo.
- Oh Dios mío - gimió Texas, que aún sostenía la mano alzada y contemplaba con incredulidad lo que quedaba de sus dedos cercenados, de los que manaba sangre en abundancia. Las llaves se le resbalaron y cayeron al suelo con un tintineo metálico.
Paradójicamente, eso nos hizo reaccionar.
Texas se tambaleó, estuvo a punto de caerse y logró echar a correr. Lucas fue detrás pero Bell se puso en medio y le clavó el palo de fregona en el pecho. La punta se hundió varios centímetros y se paró al chocar con el hueso del esternón. Lucas no mostró signos de dolor pero se olvidó de Texas para encararse con Bell lanzando una serie de bramidos enloquecidos y arañando el aire con las manos. Bell trató de mantenerlo a raya utilizando el palo para guardar las distancias pero éste se quebró en dos y Lucas fue a por ella.
Richard y yo intervinimos, cada uno por nuestro lado, y golpeamos al zombi con nuestros garrotes. Estaba muy lejos de ser un ataque efectivo y combinado y ninguno éramos rivales contra la fuerza bruta de aquella cosa, no con nuestras armas ridículas. Lo único de lo que éramos capaces era de aturdirlo lo suficiente como para mantenerlo a distancia. Al menos hasta que de un zarpazo le arrebató el bate a Richard y le embistió hasta casi derribarle. Le salvó la máquina de los cafés tirada en medio del suelo. Fue lo bastante ágil como para esquivarla saltando por encima, pero Lucas tropezó con ella perdiendo parte de su empuje inicial.
- ¡Eh, saco de mierda! - gritó Max golpeando el mueble más cercano con el martillo para atraer la atención del muerto. Parado a su lado Ian sostenía un destornillador y temblaba de pies a cabeza - ¡Vamos, ven a por mí!
El zombi fue a por ellos. De alguna parte apareció Bell, que le clavó lo que quedaba del palo en un lateral del cuello. Lucas se la quitó de encima de un manotazo y Max aprovechó para descargarle un golpe en la barbilla que le saltó varios dientes y le descolgó parte de la mandíbula con un crujido repulsivo. Yo volví a elegir ese momento para hacer algo estúpido, como ponerme en medio y patearle el tobillo tal como Bell había hecho con TJ en el patio para tirarlo al suelo. Lucas era más alto que nosotros, lo que impedía que pudiéramos golpearle en la cabeza, hasta ahora era el único punto débil que conocíamos. Lucas logró mantener el equilibrio pero esta vez fue Richard quien le pateó en la rodilla logrando que se desplomara de cara al suelo.
Como si llevaran toda la vida ensayándolo Ian apoyó la punta del destornillador en la cabeza de Lucas y Max golpeó el extremo del mango con el martillo, atravesando el cráneo del zombi. Lucas por fin se quedó quieto.
A pesar de todo nos apartamos y dejamos pasar varios segundos hasta que quedó claro que ya no iba a volver a levantarse. Jadeábamos, totalmente agotados. Ian volvió a hacerse un ovillo en un rincón y Richard aspiró una vez más por su inhalador para el asma. Yo le tendí la mano a Bell para ayudarla a incorporarse.
- Bell... - llamó Texas en apenas un hilo de voz. La morena soltó mi mano y fue hacia su amiga, que se sujetaba por la muñeca la mano herida y seguía mirando sus dedos con expresión horrorizada. La sangre seguía brotando con desconcertante facilidad. Se volvió hacia nosotros con el mismo gesto suplicante de Lucas, cuando en el patio nos había rogado silenciosamente que le dijéramos que todo estaba bien. Lo que vio en nuestras caras no debió de servirle de mucha ayuda porque se giró de nuevo hacia Bell, que era la única que se había acercado - No quiero morirme, no quiero, no puedo morirme aún...
Texas, la insolente, descarda y segura de sí misma Texas, rompió a llorar mientras murmuraba entrecortadamente que no quería morirse todavía. Bell la abrazó y dejó que llorase contra su cuello.
- Lo sé cielo, lo sé - dijo simplemente mientras le acariciaba el pelo como si estuviera consolando a un niño pequeño. Ninguno sabíamos qué hacer o decir. Max recuperó las llaves sin hacer apenas ruido y se las guardó en un bolsillo, encogiéndose de hombros cuando lo miré. En la sala lo único que se escuchaba eran los convulsos sollozos de Texas. Fue Richard el primero en romper el silencio.
- A lo mejor no tienes que morirte.
Esa frase hizo que nos quedáramos observándole de hito en hito. Bell le fulminó con la mirada, supongo que porque pensaba que estaba dándole falsas esperanzas sin motivo, pero Richard no se inmutó. Se había sacado los cordones de sus zapatillas deportivas y fue hasta donde estaban las chicas. Sujetó la mano herida de Tex y anudó los cordones alrededor de su muñeca, improvisando un torniquete y apretándolos con fuerza. Después se encaró con el resto de nosotros.
- Acaba de morderla. No le ha vomitado encima como hizo Steve y no está enferma. ¿Y si es como un veneno? ¿Y si podemos evitar que se extienda? No tendría que morirse porque ya no estaría infectada.
- ¿Cómo? - preguntó Bell mientras a Texas se le iluminaba el rostro. Instintivamente supe lo que Richard iba a decir y no me hizo ninguna gracia. De hecho pensé que era la peor idea que dadas las circunstancias alguien podía tener, y menos viniendo del racional y lógico Richard. Aun así lo dijo de todos modos:
- Cortándole la mano.
**
Bell nos mandó literalmente a la mierda a los dos, a Richard por la sugerencia y a mí por simple asociación. Tex no se quedó atrás a la hora de decirle a Richard por qué parte concreta de su cuerpo podía meterse esa idea, pero él insistía una y otra vez en defender su teoría con inalterable terquedad. En un momento dado me señaló y me preguntó si no creía que lo que decía fuera posible.
- Hipotéticamente hablando, sí - tuve que admitir - Pero no hay garantías y tampoco tenemos nada con lo que poder hacerlo.
- Brandon tenía un cuchillo - replicó él, recibiendo miradas tensas por toda respuesta. Ir en busca de Brandon para pedirle amablemente su cuchillo resultaba una idea tan tentadora como compartir habitación con un grupo de zombis.
- ¿Y qué pasa con el cobertizo con las cosas de jardinería? - terció Max - Nadie ha ido por allí y tenía un candado en la puerta. Las herramientas con las que trabajábamos en el huerto deberían seguir guardadas, a lo mejor algo de lo que hay podía servir.
- ¿Pero os estáis escuchando, putos enfermos? Nadie va a cortarme la jodida mano porque este chiflado - señaló a Richard - lo haya visto en The Walking Dead o en alguna mierda parecida.
Según hablaba Texas se fue alejando de nosotros, como si tuviera miedo de que alguno intentara rebanarle el brazo ahí mismo. Richard puso los ojos en blanco.
- No es sólo algo que haya salido en una película. Imagina que en lugar de un zombi te hubiera mordido una serpiente venenosa. Si estás cerca de un hospital y tienen un antídoto estupendo, estás salvada. Si estás en mitad de la nada el primer paso es evitar que el veneno se extienda e intentar sacarlo. Si no se puede hay que eliminar la parte afectada y rezar porque no sea demasiado tarde. A Lucas le mordieron y ya has visto el resultado. ¿Quieres acabar como él o quieres intentar salvar el pellejo?
Tex ya no lloraba pero le temblaba el labio inferior y de vez en cuando se estremecía movida por espasmos involuntarios. Finalmente asintió, aunque parecía tan poco convencida como el resto de nosotros, con excepción de Richard.
Decidimos que lo más lógico era dividirnos. Bell, Texas, Richard y yo iríamos al cobertizo. Max e Ian le llevarían las llaves a Wyatt para cerrar definitivamente el B y con sus oscuros moradores. Antes de irnos Max me entregó solemnemente su martillo. Cuando intenté devolvérselo él se negó.
- Te hará más falta que a mí y lo necesitas para romper el candado de la puerta. Además yo sólo voy a darle las llaves a Wyatt y después Ian y yo nos encerraremos en el A hasta que pase toda esta mierda. ¿Qué puede salir mal?
Me hizo esa pregunta sonriendo de oreja a oreja, convencido de que le había tocado la parte fácil del plan. En ese momento yo también lo creía.
Ninguno volvimos a ver a Max y a Ian con vida.
***
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Remember our names
Science Fiction[Lista corta Wattys 2017]. "Quedábamos 43 chicos y chicas en el reformatorio. 17 del bloque C, 8 del bloque B y 12 del A, más los seis que estaban en la enfermería. Los responsables, quienes "por nuestro bien" nos habían enviado a Weston&Trump, se h...