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Star aprovechó la confusión del momento para escapar, mientras Ewan, Hammer y Bell se encargaban del muerto viviente que un día antes había sido un niño llamado Ian y mientras Sonja, Wyatt, Texas y Lex lo presenciaban sin mover un músculo y, por suerte para Star, sin acordarse de ella.

Había dejado de ser ella misma en minuto exacto en el que la vida de Jerome se extinguió y dejó de respirar. La relación que habían mantenido los dos había estado llena de altibajos, de peleas absurdas por cualquier cosa y de discusiones a gritos constantes, pero había sobrevivido a todo porque Star y Jerome dependían totalmente el uno del otro para seguir adelante. 

Cuando con catorce años enviaron a Star por primera vez a Weston&Trump, Jerome la siguió, y cuando unos años más tarde fue a Jerome al que enviaron al reformatorio una segunda vez y por mucho más tiempo fue Star la que no tardó en reunirse con él. Habían crecido juntos y nunca se habían separado. Hasta ahora.

Perder a su novio devastó a Star por completo, y el virus, que había invadido su organismo y que se desarrollaba por su cuerpo con total libertad, aprovechó eso. Lo había sentido extendiéndose por dentro, adueñándose poco a poco de ella y sencillamente llegó un momento en el que dejó de resistirse.

Luchar era agotador, rendirse cuando ya había perdido cualquier razón para hacerlo fue una liberación. Pero también fue una revelación, porque no quería acabar con todo sin que pagaran por la muerte de Jerome. Sin que cualquiera que aún respirase mientras su novio yacía muerto y olvidado pagase por ello. 

Un odio puro y brutal era la única parte consciente y propia que aún quedaba de Star y que latía con más fuerza según retrocedía por el vestíbulo, pasaba sin alterarse ante la puerta encadenada de las cocinas, que no dejaba de agitarse por los furibundos empujones de los muertos al otro lado, y se internaba una vez más en los pasillos que llevaban de vuelta a los bloques.

Sabía que se arriesgaba a encontrarse con Brandon y los suyos regresando así, pero no le importaba. Además, contaba con que Ewan tuviera razón y siguieran en el C o en el A, ahora que Brandon se había convertido en el amo absoluto de los bloques. Esa idea hizo que esbozara una media sonrisa propia de un maniaco. Esperaba que Brandon estuviera disfrutando, porque si todo iba bien ella iba a arrancarle de cuajo su triunfo en cuestión de minutos.

El patio que separaba los cuatro bloques estaba desierto, aunque hasta ella llegaba un tenue rumor de voces procedente del C. En el suelo, sin embargo, se alineaban los cadáveres, uno de los cuales era el de Jerome.

- Estoy aquí – susurró arrodillándose junto a él. 

Tendido boca arriba y con los ojos cerrados no parecía que estuviera muerto, solo dormido. Le acarició la frente y le apartó el pelo de cara, como solía hacer cuando estaba vivo. Se apartó lo que pensó que era una lágrima rodando por su mejilla, pero cuando se miró la mano vio que estaba teñida de negro, como le había ocurrido a Ian. Sabía que casi no le quedaba tiempo, por lo que acarició la frente de Jerome una última vez.

- Volveré – musitó antes de levantarse.

- Star – llamó una voz pastosa, una a la que le costaba articular los sonidos, como si hubiese olvidado cómo se hablaba. Star habría sabido quien era sin necesidad de darse la vuelta.

Angie, pequeña y delgada, estaba apoyada contra los barrotes de la reja del B, con las pupilas ya completamente dilatadas fijas en ella. A su espalda pululaba su ejército de zombis, pero ninguno se acercó a la verja, cediéndole todo el protagonismo. La antigua reina del B, que con el pelo oscuro y largo cayendo desordenado a ambos lados de su cara parecía la versión zombi de la niña de The Ring, sacó los brazos a través de los barrotes y los dejó colgar con languidez, casi con despreocupación.

- Star – volvió a llamar.

Star se acercó a ella, hasta quedar a escasos centímetros de sus manos extendidas, rematadas por unas uñas rotas y ennegrecidas donde aún se apreciaban los restos de esmalte azul. Ambas se miraron y sin necesidad de hablar intercambiaron una corriente de pensamientos. 

Lentamente, Angie retiró los brazos de los barrotes.

Star levantó en el aire la mano en la que apretaba el llavero con la carita amarilla sonriente, el que le había quitado a Ewan cuando accidentalmente había chocado con él al salir del taller de arte. Se lo mostró a Angie, que seguía sin hacer ningún movimiento, y después introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. Tosió por el esfuerzo al tirar de la verja hacia un lado, abriéndola, y más líquido negro le manchó los labios y la barbilla, pero aun así siguió tirando hasta abrirla por completo, despejando la entrada del B.

- Ya está – le dijo a Angie, que se mantenía igual de inmóvil.

Los zombis que se arrastraban por el B empezaron a salir en un lento y macabro desfile. Stebbins, el fiel lugarteniente de Angie. Myra, Connor, Sulllivan, con la cara tan destrozada que se hacía difícil reconócerle... todos pasaron a su lado y se distribuyeron por el patio, alejándose en todas direcciones y sin prestarle ninguna atención a Star, hasta que sólo quedaron Angie y ella.

- Ya está – repitió Star, dudando. Por un segundo se cuestionó lo que acababa de hacer; por un segundo, más allá del odio y del virus, volvió a ser ella.

Entonces Angie salió del B y le puso las manos sobre los hombros.

- Star – repitió por tercera vez, con una voz mucho más firme que antes.

Sin darle tiempo a reaccionar Angie se inclinó sobre ella con feroz premeditación y le hundió los dientes en el cuello. De la yugular de Star brotó un chorro de sangre. Las mandíbulas de Angie se abrieron y cerraron mientras la vida de Star se escapaba al mismo tiempo que lo hacía la sangre de su cuerpo, hasta que ambas se agotaron del todo.

Angie se incorporó con la cara y la ropa empapadas de sangre fresca. Olisqueó el aire ladeando la cabeza de un lado a otro antes de curvar los labios en una mueca cruel. Emitió un gruñido bajo y continuo y escogió uno de los cuatro bloques que se extendían desde el patio. Uno al final del cual sus instintos le avisaban de la presencia de gente.

Uno conducía hacia el grupo de Brandon, otro hacia el de Ewan, pero para ella era indiferente, los dos se traducían en una única cosa: comida.

Ahora, por fin, los zombis habían tomado el control del reformatorio. 

Pero nadie lo sabía. 

***

¿A que se nota que amo a Angie? xD 

Ale, apostad: ¿a qué grupo atacan los zombis?

Remember our namesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora