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El mundo se desdibujó durante una eternidad que en realidad no fueran más que un par de segundos. Los contornos del pasillo de la muerte se estiraron hasta alcanzar dimensiones insospechadas y su contenido se volvió borroso; un zumbido ininterrumpido era lo único que escuchaba. No era consciente de que me habían lanzado contra la pared de un empellón y que el coche que había dejado algo aturdido.

Algo que sólo más tarde identifiqué con un zarpazo me arañó un lado de la cara. Extrañamente, eso bastó para devolverme a la realidad caótica que nos envolvía. Aullé y me revolví para defenderme hasta que mi cerebro identificó que la supuesta amenaza era únicamente Bell, que me aferró del cuello de la camisa y tiró de mí. Estaba cubierta de arriba abajo por sangre y más fluidos viscosos que no supe ni quise identificar y con el otro brazo sujetaba a Texas, cuyo aspecto, a su vez, era el de alguien con un pie en la tumba.

- ¡Tenemos que irnos! – me gritó, y aunque yo seguía escuchando aquel zumbido no tuve problema en captar lo que quería decirme.

Los tres salimos huyendo como si el mismo infierno nos persiguiera. Buscábamos abandonar el pasillo y los bloques, aunque fuera llegar hasta el patio exterior. Morir respirando aire puro en lugar de la atmósfera viciada y plagada del hedor a sangre y a muerte del reformatorio. Brandon nos cortó esa posibilidad, surgiendo ante nosotros de no se sabía dónde e impidiéndonos el paso. A nuestras espaldas Angie y los suyos terminaban con lo que quedaba de los últimos chicos vivos de Weston&Trump.

- ¿Pero es que no vas a dejarnos en paz nunca, so cabrón? – gritó de repente Texas, resumiendo muy bien lo que yo mismo pensaba. Se soltó del brazo de Bell y se encaró con él.

Brandon imponía cuando no había sido más que un chico normal y corriente, pero como zombi y con el rostro desfigurado y una mejilla arrancada inspiraba auténtico pavor. Nos cortaba el paso y su boca deformada asemejaba una sonrisa malévola y cruel, como si supiera que, retrasándonos, reducía aún más nuestras escasas posibilidades. Sin embargo eso no retuvo a Texas, que le golpeó con el palo de madera ya prácticamente roto pero que todavía conservaba.

Yo la secundé sin ser casi consciente de lo que hacía, y poseído por una rabia ciega y sorda me abalancé sobre él clavándoselo en la cara, en el cuello, en cualquier parte que pudiera alcanzar. Brandon podía estar muerto y ser un zombi descoordinado, pero seguía siendo más fuerte que nosotros. De un zarpazo arrojó a Texas a un lado y se me echó encima, tratando de morderme con su mandíbula desencajada. Solté el destornillador, que rodó lejos de nosotros, y utilicé las dos manos para rodearle el cuello y mantener sus dientes apartados, pero no podría retenerlo mucho más y creo que ambos podíamos notarlo.

Brandon seguía lanzando manotazos furiosos y sólo era cuestión de tiempo me arañara la piel y no solo la ropa, cuando Bell se sumó al ataque. A diferencia de Texas y mía, el suyo no fue un ataque desesperado y al azar, sino fríamente calculado. Y certero. Como antes yo a Sullivan, ella le clavó el destornillador que había perdido en la cuenca vacía de Brandon, hundiéndolo hasta la empuñadura en la cabeza del zombi.

Brandon se retorció en una serie de espasmos mientras aún trataba de morder y arañar y por fin su cuerpo se relajó y se quedó totalmente inmóvil.

- Jódete – resopló Bell recuperando el resuello en jadeantes bocanadas de aire.

Me levanté como pude, saliendo de debajo del cuerpo definitivamente muerto de Brandon. Texas volvía a estar en pie a nuestro lado. En el pasillo ya no se escuchaban gritos agónicos de dolor, sólo a los zombis masticar y tragar, pero no a todos. Iban levantándose progresivamente, con los ojos erráticos y oscurecidos fijos en nosotros. Angie los encabezaba.

Remember our namesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora