La oscuridad nos rodeó cuando la puerta se cerró a nuestras espaldas. No nos atrevimos a movernos y casi ni a respirar. Sin embargo, en el B estaba muy lejos de reinar la calma. De fondo, a lo lejos, se escuchaban los inconfundibles gruñidos de los zombis y el sonido de los cuerpos al arrastrarse y moverse junto a la reja. También a los chicos que seguían en el patio y que provocaban a los muertos para mantenerlos ocupados y darnos tiempo a Randy y a mi.
- Vamos - Susurré tirando del brazo de mi compañero, quien dio un respingo sobresaltado al notar el contacto. Los dos teníamos los nervios a flor de piel y eso que apenas acabábamos de poner un pie en el bloque.
La oscuridad se había ido aclarando a medida que pasaban los segundos, en parte porque nuestros ojos habían tenido tiempo de adaptarse y en parte porque la luz de las hogueras en el patio se filtraba al bloque a través de la reja de la entrada, permitiéndonos distinguir a los muertos agolpados junto a ella y los contornos de las puertas entreabiertas a lo largo del pasillo.
- Vamos - repetí. Randy y yo comenzamos a movernos, avanzando por aquel pasillo que apestaba sangre coagulada y a muerte e intentando hacer el menor ruido posible para que no notaran nuestra presencia.
Con una lentitud exasperante fuimos dejando puertas de habitaciones atrás hasta que llegamos a la cuarta por la derecha, que correspondía a la de Angie, casi a mitad del pasillo. Ansioso por alejarse de los zombis cuanto antes Randy me empujó dentro antes de que terminara siquiera de abrirla y él entró detrás de mí, cerrándola a toda prisa. Mi pie patinó con algo viscoso y al buscar apoyo para no caer tropecé con una especie de fardo blando y pesado tirado en el suelo.
No grité, porque eso habría significado atraer a los zombis del pasillo y una muerte segura, pero lancé varios martillazos al aire por si acaso. Randy escogió ese momento para encender una pequeña linterna, con la que alumbró el cuerpo desfigurado de Steph, de la que Angie se había estado alimentando. Yo había tropezado con un charco formado por una mezcla de sangre y vísceras a medio masticar. Aparté la vista con rapidez y me centré en Randy.
- ¿Te has vuelto loco? - siseé furioso por la forma en la que me había empujado dentro de la habitación - Podíamos habernos encontrado con cualquier cosa esperándonos dentro.
Randy sólo se encogió de hombros. Observaba el cadáver mutilado de Steph con una mezcla de repulsión y fascinación morbosa. La luz de la linterna oscilaba entre sus manos temblorosas.
- Cállate. Busquemos la comida y larguémonos de aquí - se limitó a decirme en el mismo tono de voz apenas audible con el que había hablado yo.
No discutí porque no merecía la pena. Cuanto antes encontráramos lo que habíamos entrado a buscar antes podríamos irnos. La puerta amortiguaba los ruidos del pasillo, pero mi imaginación febril visualizaba una tropa de zombis a punto de entrar en cualquier momento. La urgencia de abandonar el B y la sensación de un peligro inminente me estaban volviendo paranoico y tenía un muy mal presentimiento.
Registramos a toda prisa la habitación destrozada. Por las dos ventanas apenas entraba luz pero ambos llevábamos linternas así que eso no era ningún problema. Encontrar las provisiones fue más fácil de lo previsto: estaban en dos cajas de cartón bajo la cama de Angie. Estaba claro que los zombis no sentían ningún interés por la comida enlatada.
Randy acercó la única silla que quedaba entera bajo una de las ventanas. Yo era más alto así que subí encima e hice señas hacia el exterior con la linterna.
- Estamos aquí - se escuchó murmurar a Trevor. Tal como habíamos acordado, él y Hugh debían esperarnos debajo desde el otro lado.
Todas las ventanas del reformatorio tenían barrotes. Éstos eran lo bastante anchos como para que los paquetes y latas de comida cupieran entre ellos, pero no para que los atravesara una persona. Mi plan había sido entregar la comida a través de la ventana para poder tener más libertad de movimientos cuando regresáramos al pasillo, y sobre todo para tener las manos despejadas y poder defendernos si recibíamos un ataque sorpresa.
Con el mismo sigilo nervioso con el que habíamos registrado la estancia fuimos entregando uno a uno todos los paquetes, hasta que ambas cajas estuvieron vacías. Hasta aquí todo había resultado increíblemente sencillo, hasta el punto que de verdad llegué a creer que mi plan suicida podía funcionar.
Debería haber supuesto que nada es nunca tan sencillo como aparenta.
Randy y yo nos situamos junto a la puerta de la habitación y apagamos las linternas. Inspiré aire un par de veces, sin tener ninguna gana de abandonar la relativa seguridad del cuarto y a la vez deseando salir de una vez.
- Tres, dos, uno... - susurré antes de abrir. La oscuridad y los familiares gruñidos nos dieron la bienvenida y ambos salimos al pasillo. Creo que los dos notamos a la vez que había algo extraño y diferente a cuando entramos en el bloque al principio: había demasiado silencio. Podíamos oír a los zombis junto a la reja, pero ya no escuchábamos a nuestros chicos distrayéndolos.
Sujeté a Randy por la manga de la camisa para que no siguiera avanzando. En ese momento todas las luces del bloque se encendieron una tras otra, iluminando por completo el corredor.
La claridad nos cegó por un instante y los dos cerramos los ojos. Cuando los abrimos deseamos no haberlo hecho.
El suelo y parte de las paredes del bloque estaban cubiertos de sangre reseca y trozos sanguinolentos imposibles de identificar. Varios cuerpos desfigurados y parcialmente devorados abarcaban nuestro campo de visión. El único ojo que quedaba en la cara destrozada a mordiscos de Connor parecía fijo en nosotros a sólo un metro de distancia. Pero lo peor eran los seis zombis que patrullaban aburridos junto a la reja.
Randy yo seguimos paralizados durante casi un minuto, incapaces de otra cosa que no fuera seguir respirando. El corazón me latía tan fuerte que pensé que por fuerza tenían que poder escucharlo a la perfección.
Fue Myra quien nos descubrió primero. Lanzó un bramido de alegría y rabia salvajes y esa fue la señal para que el resto se giraran también. Rugieron y mi mente registró cosas absurdas como la expresión malévola de Angie o la brutal sonrisa mellada de Sullivan cuando se fijó en mí.
Como una jauría, se abalanzaron sobre nosotros, que hicimos lo único que podíamos hacer en esas circunstancias: echar a correr con la desesperación de quien sabe que su vida pende de un hilo. De uno muy fino que está a punto de romperse.
La puerta de emergencia parecía estar a años luz de distancia, por mucho que corríamos daba la sensación de que no conseguiríamos llegar antes de que los zombis nos alcanzaran.
Miré por encima del hombro y los vi cerca, horriblemente cerca. Randy debió de pensar lo mismo, que no lo conseguiríamos, porque eligió ese instante para hacerme una zancadilla y derribarme en el suelo al tiempo que él seguía corriendo.
- ¡Cabrón! - recuerdo que grité mientras rodaba por el suelo. La voz me salió alta y firme, llena de ira por semejante traición inesperada.
Supe que estaba muerto y todo empezó a transcurrir a cámara lenta. Angie y los suyos prácticamente encima de mí, casi todos con aquella sustancia oscura goteándoles por los ojos, la nariz y la boca. Yo levantando el martillo en un intento inútil por defenderme de aquella horda de no muertos. Randy llegando hasta la puerta de emergencia que le salvaría y le conduciría a la libertad y empujándola para salir.
La puerta no se movió ni un milímetro.
El chico aulló totalmente desesperado y empujó la puerta una y otra vez, pero ésta siguió sin moverse. Se suponía que abrirían la puerta para dejarnos pasar, la cerrarían por si algo iba mal y volverían a abrirla para que saliéramos una vez cumplido el plan. Las luces, el silencio en el patio al otro lado de la reja y ahora la puerta bloqueada evidenciaban una única conclusión posible.
Randy había creído que traicionándome se salvaría, pero por mucho que empujase la puerta yo ya sabía que no se abriría. Los dos éramos un problema, y una vez cumplida la misión y entregada la comida, ambos éramos perfectamente prescindibles.
Estábamos muertos.
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Remember our names
Science Fiction[Lista corta Wattys 2017]. "Quedábamos 43 chicos y chicas en el reformatorio. 17 del bloque C, 8 del bloque B y 12 del A, más los seis que estaban en la enfermería. Los responsables, quienes "por nuestro bien" nos habían enviado a Weston&Trump, se h...