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Hasta la noche más larga tiene un final. Incluso cuando parece que los golpes, los arañazos y los gruñidos al otro lado de la pared no pararán nunca, incluso cuando deja de existir un lugar en el que sentirse a salvo... todo termina.

En algún momento en el exterior empezó a clarear y la luz del amanecer comenzó a filtrarse por los cristales sucios de la ventana. En algún momento los zombis o lo que hubiera más allá de la puerta tapiada dejó de rasguñar la madera y se hizo el silencio. En algún momento, agotados y sin dar crédito al hecho de haber sobrevivido a aquella noche infernal, volvimos a sumirnos en un sueño turbador e intranquilo.

En algún momento, mientras la claridad ganaba poco a poco la batalla a la oscuridad nocturna, Wyatt se incorporó, se quitó la mano con la que se había estado cubriendo el ojo, y nos despertó para decirnos que estaba infectado y que no creía que le quedase mucho tiempo.

El ojo en cuestión ya no parecía humano. Tenía el tamaño de una pelota de pingpong a punto de salirse de la cuenca y era completamente negro. El otro estaba inyectado en sangre y no tardaría en seguir el mismo camino.

No nos sorprendimos, no lloramos, no hicimos un drama. Éramos como los supervivientes de una guerra larga y cruenta, demasiado hartos de todo como para exteriorizar más dolor. Abrazamos a Wyatt igual que hicimos con Richard hacía unas horas que casi parecían meses, pero ninguno quiso decir en voz alta lo que pensábamos: que la situación de Wyatt nos condenaba también a nosotros más de lo que ya lo estábamos.

Hammer zanjó la cuestión cruzándose de brazos y lanzándonos una mirada reprobatoria:

- No voy a matar a mi mejor amigo - advirtió.

Ninguno replicamos, únicamente Lex hizo ademán de abrir la boca pero yo le corté en seco.

- No somos Brandon. No nos asesinamos, no mientras aún seguimos siendo nosotros mismos. No matamos personas, matamos zombis.

Los demás asintieron, incluido Lex. Eso únicamente nos dejaba una escapatoria. Salir podía significar morir, pero quedarse también nos condenaba a muerte. Porque como me dijo Bell, nadie se acordaría de nosotros ni vendría a rescatarnos, estábamos solos.

Nos preparamos con todo lo que teníamos a mano. Destrozamos y machacamos los cajones metálicos de los armarios, los retorcimos y alteramos hasta convertirlos en pedazos largos y apuntados de metal con los que fácilmente habríamos podido sacarle un ojo a alguien. Envolvimos los extremos con tela de nuestras ropas para improvisar mangos con los que agarrarlos. Hammer partió en dos mitades una lámpara de pie que había tirada junto a mostrador y Bell afiló los extremos de la madera con uno de los trozos de metal hasta lograr algo similar a puntas de estacas. Texas además de las llaves había traído consigo un destornillador, pero me lo cambió por uno de los dos palos que me había dado Hammer.

- Tú lo manejarás mejor que yo con una sola mano - repuso encogiéndose de hombros.

Cada vez había más luz en la recepción cuando retiramos los muebles apilados contra la puerta. Nos miramos entre nosotros y por último miramos a Wyatt, que se había quedado atrás y volvía a taparse el ojo con la mano.

- ¿Estáis seguros de que no...? - vaciló Lex. Tanto Hammer como yo tuvimos ganas de romperle algo en la cabeza. Lex era partidario de deshacerse de Wyatt de una forma u otra y de que nos quedáramos en la recepción, pero era el único. Quedarse allí era retrasar lo inevitable. Queríamos salir, queríamos pelear y queríamos intentar recuperar el control del centro porque estábamos hartos de huir. Ya habíamos matado zombis antes y teníamos armas, y si era Brandon quien estaba al otro lado también nos arriesgaríamos.

Remember our namesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora