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Recuperé la consciencia de una forma muy poco delicada: alguien me pateó el costado causando que gimiera de dolor y abriera los ojos con lentitud.

- Mirad, se está despertando el hijoputa.

Conocía esa forma de juntar las palabras, por lo que además del dolor cuando volvieron a patearme en las costillas me sobrevino un ataque de pánico que me hizo encogerme sobre mí mismo. Sullivan se río con desprecio y me levantó del suelo agarrándome del cuello, sólo para darme un puñetazo en la cara y otro en el estómago que me hizo doblarme en dos y jadear en busca de aire. Sullivan, que se encargaba de hacerle el trabajo sucio a Brandon y lo disfrutaba, volvió a soltar una carcajada cruel y a golpearme de nuevo con los puños. Me dolía todo el cuerpo y me costaba enfocar con claridad. Quizás era por lo mal que me encontraba, pero me pareció que la risa de Sullivan no sonaba con la misma fuerza de siempre.

- Vale ya, levántalo - ordenó Brandon y volvieron a ponerme en pie. Me sangraba la nariz y tenía un labio partido, además de dolerme horrores al respirar. Me di cuenta de que me habían sacado al pasillo. Sullivan me sujetaba y había un corrillo de chicos a nuestro alrededor. Richard, larguirucho y desgarbado, estaba entre ellos. Me dirigió una mirada a modo muda disculpa y se separó para dejar pasar a Brandon, que apartó a Sullivan y se quedó frente a mí.

- No sé si es que eres retrasado volviendo aquí, pero me has hecho un favor ahorrándome tener que buscarte por el puto centro.

- Brandon, escucha - atiné a murmurar - Hay un problema, estáis en peligro. El virus no es una gripe rara, es mucho más. Cambia a la gente... les hace...

- ¡Que te calles, joder! - Brandon me zarandeó tan fuerte que creí que se me iba a partir el cuello. Algunos de los chicos le jalearon, otros como Richard o Max parecían asustados y preocupados. Yo también estaba asustado, pero cuando Brandon sacó un cuchillo enorme y me lo puso en la cara, justo debajo del ojo, me aterroricé de verdad.

Lo bueno y lo malo de un reformatorio era que, como en las cárceles, se tenía un cuidado especial para que contáramos con el menor número de recursos que pudieran terminar convertidos en armas. Por ejemplo los tenedores y los cuchillos, los platos, todo era de plástico. Los materiales de jardinería o de mantenimiento siempre estaban bajo llave y cualquier cosa consideraba peligrosa se mantenía fuera de nuestro alcance. Eso era malo porque en una situación como esta habría venido bien contar con algo más avanzado que simples garrotes para defendernos. Era bueno porque evitaba que tarados como Brandon tuvieran armas a mano con las que sembrar el pánico, que era justo lo que estaba ocurriendo.

- Nunca has tenido que aprender a tener la boca cerrada - murmuró acercándome peligrosamente la punta del cuchillo al ojo - No has sabido estarte quieto y callado. Tenías que venir a darnos lecciones sólo porque eres el hijito de un juez. ¿Dónde está tu papaito ahora, eh? ¿Te creías mejor que nosotros? ¿Pensabas que podías venir con esos aires de superioridad y joderme el negocio? - me hizo un corte justo debajo del ojo. Me mordí el labio roto para no gritar. Varios protestaron tímidamente pero los demás los hicieron callar entre codazos y abucheos. Fue ahí cuando comprendí por qué Bell tenía razón y no debería haber vuelto: ninguno de los chicos a los que ingenuamente había querido avisar se jugaría el cuello por mí - ¡A mí nadie me jode el negocio!

Me golpeó de nuevo, pero que lo hiciera con el mango del cuchillo hizo que en cierta forma me sintiera aliviado. Sin embargo no había terminado conmigo.

- Mira a estos chicos - me apartó de la pared para encararme con su público. La mayoría parecían complacidos de no estar en mi pellejo - Tienen hambre y por tu culpa van a tener aún más porque nos has dejado sin nada para intercambiar. Eres un mierda y deberíamos machacarte aquí mismo como el desperdicio que eres, pero ¿a que no sabes cuál es la buena noticia? Que hoy estás de suerte, porque necesito a todos los del bloque disponibles conmigo. Así que voy a darte una oportunidad: ayudas y si no la cagas considérate perdonado, o no ayudas y te dejo pasando el rato con Sully.

Remember our namesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora