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El silencio se había apoderado por completo del reformatorio, creando una atmósfera inquietante. Que sólo se mantuvieran encendidas las luces de emergencia y que aquí y allá hubiera destrozos y manchas de sangre esporádicas contribuía a darle un toque aún más siniestro.

Weston&Trump había sido un lugar ruidoso no, lo siguiente. Estuvieras donde estuvieses te habían acompañado los sonidos de decenas de voces hablando o gritando a la vez, de cientos de pies moviéndose de un lado a otro o de puertas abriéndose y cerrándose. Ahora esos ruidos se habían ido, y el silencio era roto únicamente por el eco de nuestros pasos y algún susurro ocasional.

Seguíamos siendo un grupo patético y prácticamente derrotado. Sonja acompañaba a Star, Hammer a Wyatt y Bell a Texas. Yo habría la marcha y Lex la cerraba. Hasta un abuelo de ochenta años habría inspirado más miedo que nosotros juntos, y si nos topábamos con Brandon y los suyos antes de llegar a la recepción no tendríamos ninguna oportunidad. Por suerte el camino aparentaba estar despejado y no había rastro de ellos. Yo había supuesto que se habrían retirado a la zona segura de los bloques a disfrutar de su triunfo, lo que nos daba una cierta ventaja. Al menos hasta que decidieran regresar para ocuparse de nosotros.

Dejamos atrás el bloque de las clases y continuamos nuestro penoso avance hacia el vestíbulo. Pasamos junto al cuartucho de la vieja lavandería y evitamos fijarnos en la destrozada puerta de la enfermería, aún con los cristales hechos añicos y con restos oscuros por todas partes. Sin embargo, la puerta que daba acceso a la cocina y el comedor era otra cosa. Ahí había muerto Max y me estremecí al pensar en lo horrible que había sido el final de mi amigo.

La cadena que Brandon había usado para clausurar la puerta seguía allí, al igual que la tosca pintura con spray que indicaba que dentro moraban los muertos, pero la cadena había cedido lo bastante como para que la puerta quedase ligeramente entornada y pudiéramos atisbar el interior. Movido por un arrebato de curiosidad malsana hizo que diera un paso hacia la puerta. Como si me hubiera leído el pensamiento Bell me sujetó por la muñeca.

- Ni se te ocurra - murmuró con el ceño fruncido.

- No iba a... - empecé a replicar, pero corté la frase en seco cuando un brazo ennegrecido salió por el hueco de la puerta y trato de llegar hacia nosotros.

Casi como si obedecieran una señal, más brazos surgieron por el hueco abierto, intentando alcanzarnos con una avidez furiosa y desesperada. La cadena tintineó de forma salvaje y el sonido de las puertas al ser golpeadas por la masa de cuerpos que había al otro lado resonó como un trueno en medio de aquel pasillo silencioso y sin vida.

- Vámonos - suplicó Sonja.

Le temblaba tanto la voz que costaba entenderla, pero aun así captamos el mensaje. Apresuramos el paso para alejarnos de las cocinas y el horror que albergaban dentro y nos internamos en el vestíbulo. Todo debería haber sido más sencillo ahora que sólo unos pocos metros nos separaban de la recepción, pero aún nos quedaba una última sorpresa a la que hacer frente primero. O más bien dos, pero tardaríamos en descubrir la segunda.

La primera, en cambio, surgió tras una de las mesas volcadas del vestíbulo, aquellas donde se reunían los internos y sus familias en los días de visitas. Un cuerpecito pequeño y maltrecho emergió de pronto bajo una de ellas y se plantó delante de nosotros, impidiéndonos el avance.

- ¿Ian? - llamó Tex tras unos segundos de tenso silencio.

- Ian está muerto - medio tosió Wyatt - Le oímos gritar en la cocina antes de que Brandon encadenara la puerta, ¿verdad Star?

Remember our namesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora