*Una manera distinta*

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Ambos llevaban tiempo caminando por el bosque de bambú. El sol a penas se filtraba por las hojas. Uno de ellos miró al cielo, con los ojos entrecerrados.

—¿Falta mucho? —sé quejó el chico.

—No te quejes y camina —le dijo el otro, quién le llevaba la delantera por varios metros.

Dracko, muero de hambre.

—Tú siempre tienes hambrebromeó, deteniéndose para mirarlo. El otro chico sonrío, torpemente—. Anda, Walter, si te callas tal vez lleguemos vivos a Yamanakai.

Walter frunció el ceño.

—¡En donde hay fideos! —añadió Dracko, mientras continuaba caminando.

—¿¡Fideos!? ¡Oye, espérame!

Los dos amigos llegaron a Yamanakai. Walter miraba hambriento los puestos de comida.

—¿Quiere comprar una espada? —un herrero se acercó a ellos.

—No —respondió Dracko, secamente.

—Por favor.

—No.

—Pero es que mi familia...

Dracko pasó de largo al pobre herrero, en cambio, Walter ni se movió.

—¿Qué más armas tienes?

—Ah, pues; katanas, sai, shurikens...

—¿Un hacha? —Walter miró contra el Sol un hacha bellamente forjada.

—Si te gusta es tuya.

—... Hecho.

Walter fue hasta Dracko y cortó de un tajo la bolsa de dinero.

—¡Oye!

—Ya, tacaño, luego me reclamas.

—¿Para qué quieres un hacha?

—Has visto samuráis con katanas, ninjas con shurikens, pero nadie lucha con hachas.

—Ah... ¿Por qué van a pensar que eres un vikingo? —sé burló Dracko.

—No —Walter lanzó el hacha al cielo y luego la tomó por el mango, la hizo hizo girar un par de veces más y miró a Dracko—. Porque siempre hay otra forma de hacer las cosas.







Ninjago 1: Bajo ataque (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora