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Luego de aquella poco convencional respuesta, Luke simplemente había asentido lentamente— siendo consciente de que algo no cuadraba— mientras Michael rezaba para que el rubio no decidiera preguntar nada más.

El tema de su vida, su pasado, era algo sobre lo que no le gustaba conversar, sin importar de quién se tratara. Le traía malos recuerdos, tristeza, y sentimientos que, lentamente, había aprendido a soportar, además de que causaba pena en los demás, y Michael no soportaba ver las mirada de lástima dedicadas a él, a su historia.

Pero ahora Luke había metido el dedo en la herida, recordándole la trágica muerte de la única persona que lo había apoyado desde el principio; su profesor de música.

Resulta extraño pensar que una persona pueda formar tal lazo con su profesor, pero Michael encontraba en Harry lo que no encontraba en su familia; comprensión, apoyo, ánimo. Era como un ángel en su vida, un salvador que lo hacía felíz en los ochenta minutos que duraba su clase, y en múltiples ocasiones en donde ambos se encontraban.

No estaba enamorado de él, para nada, el cariño que le sentía era inocente. Lo veía con admiración y sorpresa, porque siempre había algo nuevo por descubrir junto a él.

Pero tan rápido como entró en su vida, salió de ella.

Mientras Harry le enseñaba algunos acordes de guitarra a Michael, este notó que algo no andaba bien. El mayor se notaba muy cansado, ojeroso, algo muy extraño en él, puesto que solía ser una persona muy hiperactiva.

No quiso preguntar, sin embargo la información llegó por si sola; Harry tenía leucemia, y las probabilidades de que un final feliz fuera inexistente eran altas.

Cuando Michael lo supo sintió que algo en su interior desaparecía, sentía un hueco doloroso en su pecho, un hueco que parecía hacerse cada vez más grande.

Estaba por perder a la única persona que lo había acompañado a su primer concierto, a la persona que le había inculcado una gran pasión por la música, a la persona de la cual había recibido los mejores consejos y la que lo había consolado en aquellas veces en donde su situación familiar lo sobrepasaba. Perdía a su amigo, y todos saben lo doloroso que eso significa.

Y el día llegó, y lo único que Michael atinó a hacer fue esconderse debajo de su cama y llorar. Tenía quince años, estaba en una etapa difícil de su vida, y aquel suceso lo había terminado de destruir.

La duda del millón es, ¿y por qué ahora Michael luce tan felíz? Pues, no fue fácil. Se pasó varios años en depresión, sintiendo que ya todo había acabado y que todos sus sueños habían sido arrebatados. No tenía esperanzas, ni nada que lo motivara a seguir.

Hasta que una nota en el estuche de su guitarra lo sorprendió.

«Nos vemos en el escenario, Mike.»

Era la letra de Harry. Era de Harry, y seguramente se la había colocado allí en una de las últimas clases que habían compartido.

Michael sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas, pero a la vez una suave sonrisa se asomaba en su rostro.

Harry quería que el siguiera luchando, que lograra aquellos sueños de los cuales Michael le había hablado, y siguió queriendolo hasta sus últimos días. ¿Así pensaba pagarle Michael? ¿Haciendo nada? Eso no era lo que su profesor y amigo esperaba de él, así que no podía permitirse perder más tiempo.

Y con aquel impulso de energía, juro lograr sus metas, manteniendo la cabeza en alto y una sonrisa deslumbrante en su rostro, tal como Harry lo había hecho.

—¿Michael?

El mencionado volvió a la realidad y observó a Luke, el cual se había vuelto a colocar sus guantes y sostenía la computadora en sus manos.

—¿Qué?

—¿Te sientes bien?— preguntó el ojiazul con una mirada de real preocupación.

Michael sonrió, porque Luke se preocupaba por él, tal como cierta persona lo hacía.

—Si, genial— afirmó mientras hacía una media sonrisa—. Ahora, vamos, esas pruebas no se van a encontrar solas.

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apa no se la esperaban esa
estoy posponiendo lo de las pruebas mucho, ¿no? ;)

the writer who can't write; mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora