Hacía viento.
El frío que helaba la noche sería capaz de congelar hasta los infiernos más ardientes. El cielo estaba despejado y dejaba ver todas y cada una de las estrellas que en él se repartían, brillantes y únicas. Y muertas, lo más seguro.
—¿Sabes, Marco? Seguro que la estrella que estás observando ahora, murió hace cientos de años.
Hablaba consigo mismo. Estaba solo de nuevo.
Sentado en el alféizar de aquella ventana en un edificio que ni siquiera conocía, dejó pasar los segundos, minutos, horas. Qué más daba, nadie le esperaba. Bueno, era más correcto decir que él no quería que le esperara nadie, pero seguramente lo hacían. Suspiró y miró hacia abajo como si no hubiera decenas de metros separándolo del suelo. Todo estaba oscuro. No había luces, no había ruido. Pero había vida y todo parecía seguir su curso como si nada más importara, y así debía ser.
Sonrió con tristeza. Él también querría que todo fuese tan fácil y que la sombra de la desgracia no volviera a pasar frente a él, pero no era posible. Y es que sus ojos eran distintos. Marco lo sabía, como también sabía que aquello nunca le permitiría ser feliz.
—Quizás algún día pueda descansar.
Tic, tac. En su reloj, el tiempo no esperaba.
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¿Solo?
FantasyMarco no encaja. Nunca lo ha hecho, en realidad... A pesar de ser un joven común con gustos comunes que compartía con otras personas, siempre se ha sentido distinto a ellos. Comúnmente diferente. Quizás es porque ve cosas que otros no ven. Qui...