Aléjate de mí.

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Marco no pudo más. Se levantó y salió corriendo de allí, seguido por las miradas atónitas de Víctor y Diego, y la comprensiva mirada de Elisabeth. Estaba segura de que Marco lo estaba pasando mal.

Corrió por el largo pasillo de su facultad hasta salir de ella y toparse con la brisa de la mañana. Las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas. Acababa de ver a uno de sus amigos morir, sabiendo que iba a hacerlo y sin poder hacer nada para evitarlo. Se puso en cuclillas, abrazando sus piernas, como buscando apoyo en sí mismo aún a sabiendas de que jamás lo encontraría.

Los minutos pasaban y él lloraba. Acabó marcando sus nudillos de sangre mientras le pegaba puñetazos a las baldosas que cubrían el suelo.

— Da igual todo lo que hagas, Marco. Está muerto. — Esa voz le resultaba familiar. Más de lo que le gustaría. Era Calypso.

— Cállate.

— ¿Acaso miento?

Marco levantó la mirada, una mirada llena de odio e ira. La odiaba. Ella había disfrutado con aquello, ella le estaba volviendo loco.

— Eres un ser despreciable. Vete de aquí. Aléjate y no vuelvas. — Masculló Marco.

— He nacido de ti. — Dijo ella con una sonrisa satírica y apareció tras él lo suficientemente cerca para murmurar algo en su oído.— Quizás es porque tú también lo eres.  

Marco se giró, dispuesto a callar su boca de un guantazo aunque no fuera posible, pero ella ya había desaparecido de nuevo.

Ahogó un grito frustrado que debió oírse por toda la facultad, puesto que Elisabeth salió corriendo de ella en busca de Marco.

— ¡Marco! ¿Estás bien? — Preguntó llegando hasta él.— Te hemos... escuchado gritar.

Marco no respondió, solo se limitó a esconder sus nudillos sin demasiado éxito, pues la reacción de Elisabeth fue coger sus manos y mirarlas horrorizada. El hueso estaba casi visible.

— Hay que desinfectarte esto, Marco. Vamos a la enfermería.

Justo cuando decidió ponerse en pie, escuchó el sonido de la ambulancia que se aproximaba para llevarse el cadáver de su amigo.

— Lo sabía, Eli. Lo sabía y no he podido hacer nada.

Eli le miró. Los ojos del chico estaban perdidos en algún punto, parecía que habían perdido todo el brillo que les caracterizaba. Ella nunca podría saber cuán duro era aquello para él.

— Marco... No tienes la culpa de esto... — Murmuró Eli, pasando un brazo tras la espalda de él y dándole un ligero apretón, intentando reconfortarle. 

Él no dijo nada, siguió caminando guiado solo por los pasos de ella. Aún no habían llegado a la enfermería cuando escuchó cómo los enfermeros de urgencia que habían venido en la ambulancia corrían hacia su clase para llevarse a su amigo. Era inútil, estaba muerto. Él lo sabía. Su reloj estaba totalmente vacío en su parte de arriba y nunca se le podría dar la vuelta.

Eli miró a Diego y a Víctor, también estaban preocupados por Marco. Ella solo inclinó la cabeza, luego hablaría con ellos.

Marco notó las miradas de los demás compañeros en su nuca, juzgándole, recriminándole haberse ido en ese momento. Menudos idiotas. Sus comentarios, sus pensamientos, incluso sus muertes a él le darían igual. Pero Lucas... Lucas no. Lucas fue su amigo, junto con Eli, Víctor y Diego. Posiblemente le habrían comprendido si él les hubiera contado su secreto. Ya era tarde.

Los demás, podían desaparecer para siempre. 

"Esos pensamientos que rondan tu mente... No son propios de ti... ¿no, Marco?"

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