Marco ya había salido de clase, todas las que tuvo ese día ya habían finalizado.
Se moría de ganas por llegar a casa, le dolía la cabeza a más no poder y solo quería tumbarse en la cama. Aceleró sus pasos cuando vio el portal de su casa. "Solo unos metros más, Marco", pensó. Fue a sacar las llaves de su bolsillo cuando la puerta se abrió desde dentro. Una chica que Marco no había visto nunca salió de su propia casa. Quiso apartar rápido la mirada hasta que se dio cuenta de algo: no veía ningún reloj unido a su cuello. Parecía una chica normal, ¿por qué no veía nada?
No supo si aquello podría ser bueno o malo. Siguió mirándola, parecía que ella se había quedado tan sorprendida como él, la diferencia fue que en cuestión de minutos ella dejó de estar tensa y Marco no.
Tenía el pelo blanco al igual que la piel, era delgada y un poco más baja que Marco. Con su piel hacían contraste los ojos que tenía, negros, brillantes y enormes. Unos ojos que podrían penetrar en el alma de quien ellos quisieran. Llevaba los labios y los párpados de los ojos pintados de color granate oscuro. Parecía que le agradaba ese color, pues su ropa también jugaba con esas tonalidades: pantalones negros y un jersey, en el que cabrían tres más como ella, de color granate más claro. Las zapatillas también eran negras.
"¡Aparta la mirada ya, Marco!" pensó el chico, pero le costaba a horrores. Hacía tiempo que no sentía la sensación de mirar a alguien sin tener que ver nada raro. Además, era bastante guapa. Quizás eso también influía a la hora de no querer dejar de mirarla. Entonces ella habló.
—Eres Marco, ¿verdad? —Tenía una voz dulce pero segura. No parecía estar inquieta ni incómoda.— Sí... tienes que ser Marco. Esos ojos no son de nadie más.
—Sí, soy y... —Apenas le dejó contestar. Nada más decir aquello, sonrió y se fue, dejando a Marco con la boca abierta. Pasó a su lado y le dirigió una sonrisa mientras el olor de su perfume impregnaba el aire. Marco se giró para seguirla con la mirada pero de nada sirvió, ella ya había desaparecido.
"Por cierto... Feliz cumpleaños", sonó en su cabeza. Era la voz de aquella chica.
¿Qué estaba pasando? Marco no entendía nada. Entró en su casa, confuso, y se dirigió a su habitación para dejar sus cosas. Subió las escaleras, aún pensando en ella, y recorrió el pasillo superior hasta llegar a su cuarto. Era una habitación bastante amplia, pintada de blanco, gris y negro.
Tenía varios instrumentos: su piano, algunas guitarras, un violín, un cello, una flauta travesera y un arpa. Siempre que podía, tocaba algo de música. Dejó su mochila en la cama y volvió a salir de la habitación, no sin antes fruncir el ceño, olía al perfume que usaba la chica del pelo blanco. ¿Por qué su madre le había dejado subir a su habitación? Bufó y finalmente cerró la puerta. Había pasado algo por alto, y es que ni siquiera había puesto atención en la nota que se encontraba en su mesa.
Bajó a la planta baja, dándole vueltas a todo lo ocurrido durante la mañana: la conversación con sus antiguos amigos, el hecho de que no pudieran volver a hacer nada juntos, las clases, su cumpleaños... y esa chica.
Se dirigió al salón, la televisión sonaba. Su madre estaba echada en el sofá.
—Hola, mamá.
—Hola, Marco. ¿Cómo estás? —Saludó ella, sonriendo.— Te he dejado comida, ve a la cocina y coge los dos platos, uno para cada uno.
Marco asintió y así lo hizo. Cuando abrió la puerta, encontró un paquete envuelto. "Para Marco. Te quiere, mamá." Eso era lo que ponía en la notita que colgaba del regalo. Lo abrió con cuidado y encontró una caja de púas nuevas para la guitarra con sus grupos favoritos grabados en ellas. Su madre le conocía demasiado bien. Cogió los platos y volvió al salón.
—Gracias por el regalo, me gustan mucho. —Dijo con una sonrisa en la cara, a lo que ella respondió con un beso en la frente. Marco dejó los platos en la mesa del salón y cuando ya todo estuvo colocado, se sentó.
—Mamá... tengo algo que preguntarte.
—Claro. ¿Qué ocurre, Marco?
—Verás, cuando he llegado a casa, he visto como una chica de pelo blanco salía por la puerta. Luego me he dado cuenta de que habéis estado en mi cuarto. ¿No crees que deberías consultarme si quiero que una desconocida entre en mi habitación? Sabes de sobra que tengo cosas muy delicadas ahí...
Su madre perdía la sonrisa para que su rostro formara una mueca de confusión.
—Cariño, aquí no ha estado ninguna chica de pelo blanco.
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¿Solo?
FantasiaMarco no encaja. Nunca lo ha hecho, en realidad... A pesar de ser un joven común con gustos comunes que compartía con otras personas, siempre se ha sentido distinto a ellos. Comúnmente diferente. Quizás es porque ve cosas que otros no ven. Qui...