Allí estaba, sentada a su lado. En su facultad y en su misma clase. Marco la miraba, atónito. ¿Qué hacía allí?
—¿No me reconoces, Marco? —Vaya que lo hacía. Ese perfume era inconfundible, a pesar de que solo lo había olido un par de veces. Ese día iba vestida de gris. Llevaba un jersey claro y unos vaqueros de un tono un poco más oscuro, el pelo suelto y ondulado, y un toque morado en sus labios y párpados. Personalmente, a Marco le encantaban esos colores. Contrastaban con su ropa, casi toda negra o de colores oscuros. Los ojos de la chica parecían más claros que la última vez. Le volvió a sorprender el hecho de no ver el reloj de arena sujeto a su cuello, pero esta vez ignoró un poco más ese detalle.
—¿Acaso me estás siguiendo? —Preguntó, tajante. Quería saber quién era de una vez.— El otro día entraste a mi casa y a mi habitación sin permiso, nadie te invitó. La única que estaba en casa era mi madre y no te vio.
Marco hablaba con seguridad y esperando una explicación que nunca llegó.
—¿No te gustó el regalo? Me costó mucho trabajo conseguir ese cristal. Y también te dejé una nota, no sé si la habrás leíd...
—Ya sé que me dejaste una nota, eres la misteriosa "C". —Volvió a cortar Marco, cada vez más impaciente.— Quién eres y por qué me estás siguiendo.
—Soy Calypso. —Respondió con simpleza. Marco esperó alguna cosa más, pero eso fue lo único que dijo sobre ella. Calypso, de ahí la "C" de la nota.
De pronto, Marco se dio cuenta de que llevaban hablando unos minutos, la clase ya habría comenzado y él ni siquiera se había dado cuenta... Fue entonces cuando miró a su alrededor: todo estaba estático. Las personas no se movían, el profesor tampoco. Ni siquiera se apreciaba el vaivén de sus respiraciones. ¿Qué estaba ocurriendo? Comenzó a ponerse nervioso, estaba seguro de que todo era por aquella chica.
—Q-qué... ¿qué es esto? —Preguntó, separándose levemente de ella.
—A mí no puedes robarme tiempo, Marco. Sé que no ves mi reloj. —Respondió ella, con suavidad.— No debes ponerte nervioso, no estoy haciendo nada malo. Esto ocurrirá cada vez que hables conmigo.
No entendía nada, no sabía si asustarse o simplemente pensar que se había vuelto loco, que la poca cordura que le quedaba se había esfumado. ¿Acaso no era suficiente? ¿No era su vida lo suficientemente caótica como para que apareciera esta chica?
—Vale, está bien. M-me conoces, sabes todo de mí, hasta mis problemas. Está bien. Yo sé que te llamas Calypso y que me estás siguiendo. Dime qué es lo que quieres y te lo daré, pero deja de hacer esto. Te prometo que no le contaré a nadie nada.
Calypso correspondió con una suave risa y acercó su mano hasta la mejilla de Marco, sus dedos estaban fríos.
—No lo entiendes, Marco. Ellos no pueden verme... solo tú. Estamos unidos, no podría alejarme de ti aunque quisiera y tú tampoco podrías sacarme de tu cabeza. ¿Acaso no te das cuenta de ello?
Su voz sonaba tierna, no parecía que pudiera dañarle en algún momento, sino todo lo contrario. Escucharla le llenaba de dudas, aunque también de una extraña sensación de paz y tranquilidad. Como si pudiera confiarle sus secretos más oscuros aunque ella ya los conociera; como si pudiera ser su amiga.
Marco no quería dejarse llevar por la tentación, intentaría con todas sus fuerzas alejarse también de ella. Puede que no viera su reloj porque acababa de conocerla, porque ella fuera diferente, pero nadie le aseguraba que eso siempre fuera a ser así. ¿Y si surgía la amistad y todo comenzaba a ir mal? No podría aguantar otro distanciamiento más, no quería volver a pasar por aquel suplicio. Ya echaba de menos a suficientes personas, no quería que una más se añadiera a su lista... Pero algo dentro de él le gritaba que lo hiciera, una voz que le decía que las cosas serían distintas esta vez.
—N-no... no te entiendo... ¿qué quieres decir con eso? ¿De qué tengo que darme cuenta? Y-yo, lo siento, pero no logro comprenderlo... —Su mente cada vez estaba más llena de pensamientos.
Calypso se tomó unos segundos para responder, quizás estaba pensando bien las palabras que iba a decir para que él no se pusiera más nervioso aún. O para que no se volviera más loco.
—Marco... Estamos unidos porque soy parte de ti. Llevas dos años alejándote de las personas que más querías, dos años en los que has estado solo y has añorado tener a alguien contigo porque no soportabas el dolor de tener que distanciarte.—Supiró antes de acabar de hablar, parecía que para ella tampoco era fácil.— He nacido gracias a tu soledad. Me has creado tú.
"Voy a ser tu perdición."
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¿Solo?
FantasyMarco no encaja. Nunca lo ha hecho, en realidad... A pesar de ser un joven común con gustos comunes que compartía con otras personas, siempre se ha sentido distinto a ellos. Comúnmente diferente. Quizás es porque ve cosas que otros no ven. Qui...