Calypso - Parte 3.

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Naya abrazaba a los dos pequeños, uno rebosante de vida... y otra carente de ella. El niño abrazaba a su hermana, era más pequeña que él por unos minutos. Parecía dormida, su piel era fina y pálida, como si fuera una muñeca.

La mujer depositó un beso en la frente de ambos mientras unas lágrimas rodaban por sus mejillas hasta caer sobre la fría piel de Calypso. Fue entonces cuando una luz familiar nació del corazón de la pequeña. Las lágrimas de su madre acudieron a la luz y formaron un bonito cristal, de ángulos delicados y pulidos, además de transparente. Esa luz quedó encerrada en el interior del cristal.

Naya comprendió que ese había sido el regalo de su fantástico amigo. El unicornio color plata sabía que la niña no llegaría a los minutos de vida, pues era débil, así que lo que hizo fue buscar la forma de que el alma de la pequeña estuviera junto a la familia. Esa luz nacida del corazón de Calypso, que había quedado encerrada en el cristal, era su alma. Tras darse cuenta de lo que era aquello, sujetó el cristal y miró a la niña. Le pareció ver una pequeña sonrisa de calma en el rostro de la pequeña, que ahora estaría por siempre junto a ellos.

  — Unos años más tarde — 

Era el cumpleaños de Niall. Crecía feliz, sano y fuerte. Aún no se había manifestado en él ninguna cualidad en relación a sus ojos, aunque lo haría pronto.

Había varios invitados en casa ese día: amigos de Niall, amigos de Naya y el padre del pequeño... Todo parecía ir bien y así era. Los niños jugaban y los adultos hablaban y conversaban. Naya y su familia se habían convertido en unas personas que todo el mundo quería. 

Cuando todos se fueron una vez acabó la fiesta, Naya decidió salir con el pequeño Niall a dar un paseo. El mismo paseo que daba ella, años atrás. 

— ¿Dónde vamos, mamá?

Naya miró a su hijo y sonrió, sin decir nada. Iba a llevarle a su gruta. El pequeño correspondió con una sonrisa a su madre. A pesar de que no le había respondido, estaba seguro de que sería un sitio muy bonito.

Después de una media hora caminando, llegaron. Naya observó con ternura cómo su pequeño miraba hacia todas partes con un brillo de curiosidad en sus ojos, uno marrón y otro azul.

Se acercó a él y le dio un abrazo antes de colocarle un colgante con un cristal anguloso y transparente en el cuello.

— Esta es tu hermana —, dijo mirándole a los ojos — y ahora estará junto a ti siempre.

Y así fue. Calypso fue unida para siempre al alma de su hermano.

El colgante fue pasando de generación en generación, hasta que los sucesores olvidaron la efímera existencia de la niña llamada Calypso, centrando toda la atención en los bebés con heterocromia que nacían. Pero el alma de ella siguió creciendo durante siglos, existiendo junto a los recién nacidos que presentaban esta anomalía en los ojos, pero sin poder hacerse ver. Sin el cristal, solo podrían verla unos segundos. 

Esto causó que los niños comenzaran a creer que sufrían alucinaciones, y fue tanta la tristeza que sufrió la longeva Calypso, que acabó creyéndolo también. Por tanto, Calypso nunca fue creada por la imaginación de nadie, no es alguien inexistente. Ella siempre fue real, pero acabó creyendo una mentira.

Tras varios años consiguió que un chico llamado Marco, a quien lleva observando desde que nació, consiguiera el colgante y lo guardara consigo, ignorando el hecho de que aquello acabaría pasando factura. Pues Calypso absorbía con ese colgante el tiempo de quien estaba cerca. El tiempo que no había podido vivir.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2017 ⏰

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