La nota.

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Tras la conversación con su madre, Marco se sentía bastante más confuso que antes. Fregó los platos que estaban sucios, se despidió y cogió sus púas nuevas antes de subir a su habitación.

Subió las escaleras despacio, pensativo. No entendía nada. Caminó por el pasillo de igual forma hasta que llegó a la puerta de su habitación y la abrió. Allí estaba de nuevo aquel olor. El olor del perfume de aquella desconocida. Al menos para él, porque fue obvio que ella sí que sabía quién era. La cuestión es ¿por qué su madre no la había visto? ¿acaso estaba mintiendo? 

Suspiró frustrado y entró. Dejó las púas cerca de las guitarras y se dejó caer en la cama al mismo tiempo que soltaba un suspiro de cansancio. Cerró los ojos durante unos minutos y volvió a fruncir el ceño como había hecho antes de ir a cenar con su madre, cuando llegó a casa después de clase. ¿Qué era esa sensación? Se incorporó y se giró, miró la mesa. Sobre ella había una nota en la que antes no se había fijado. Sobre la nota había una pequeña caja. 

  —Qué... —murmuró antes de levantarse para cogerla. Abrió la nota y su rostro formó una mueca de sorpresa.

"Hola, Marco. No sabes quién soy, pero yo sí sé quién eres tú. Sé tus problemas, tu vida, tus gustos, todo. También sé la maldición o la bendición que pasea por tu mirada. No te preocupes, conmigo no funciona. Solo quiero que sepas que a partir de ahora, te acompañaré a cualquier sitio, aunque no me veas. No estás solo.              
                                                                                                                                             —C."

"¿Qué es esto? ¿C? ¿Quién demonios es C?" pensó.

Marco le dio vueltas a la nota con nerviosismo. ¿Sería una acosadora? Lo que le faltaba. Recordó que sobre aquella nota había una cajita, la cogió y la abrió. Dentro había un cristal, pero no un cristal de algo roto. Era un cristal bastante bonito, con formas geométricas y transparente. Como si se hubiera formado a partir del agua.

"Sabrás usarlo cuando llegue el momento", sonó en su cabeza otra vez

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"Sabrás usarlo cuando llegue el momento", sonó en su cabeza otra vez. Era una locura, pero guardó el cristal con él. 

••••••

Habían pasado unos días después de aquello, Marco no había vuelto a saber nada de la chica peliblanca, tampoco había hablado más del tema con su madre. Simplemente, lo había dejado estar. Se despertó a las siete de la mañana para ir a clase. Salió de la cama y fue a lavarse la cara antes de bajar a desayunar. Comió despacio, iba bien de tiempo y no le apetecía hacerlo todo deprisa y corriendo. Cuando acabó, solo tuvo que ajustarse la mochila y salir de casa.

Hacía frío, había helado por la noche y la escarcha cubría el suelo. Subió la cremallera de su abrigo hasta arriba. La claridad y el frío hacían que su piel se viera más blanquecina de lo que en realidad era, y su ojo azul parecía casi blanco.

Llegó a la facultad, lo mismo de todos los días: Eli, Lucas, Víctor y Diego se acercaron a él, y él volvió a darles el mismo trato. Cada vez los sentía más distantes y en el fondo le dolía, pero no podía dejar que todo lo que le pasaba interfiriera en sus vidas... además, era muy duro para él saber el tiempo que les podría quedar. En cierto modo, quería que se alejaran de él, era lo mejor. Se despidió de ellos rápidamente, dejándoles en medio del pasillo de golpe y sin dejarles responder. Después fue hacia a su clase, historia de la Música. Le agradaba bastante, eso le levantaba un poco los ánimos, al menos no se aburriría y aprovecharía la mañana. Algo que caracterizaba a Marco es que era muy responsable y le encantaba aprender más y más. Parecía que en su cabeza siempre cabían nuevos conocimientos.

Entró con una expresión seria y sin mirar a nadie, como siempre. Se sentó en su mesa y dejó la mochila en el suelo antes de sacar todos los apuntes y sus bolígrafos. Entonces volvió: el perfume de esa chica se respiraba en la clase. Abrió mucho los ojos y levantó la cabeza, no tuvo que buscar mucho, pues allí estaba. Sentada a su lado, la chica del pelo blanco, sonriendo como la última vez que le vio.


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