Habían pasado ya unos meses desde que se celebró el funeral de Lucas.
Curiosamente, Marco no le echaba de menos.
Podría decirse que le daba igual.
Calypso no se iba... de hecho, ahora pasaba más tiempo con el chico, pero él ya se estaba acostumbrando a su presencia. Le daba igual. A veces le reconfortaba. Sentía que solo ella le entendía realmente.
Marco había dejado de asistir a clase progresivamente. Se refugiaba del mundo exterior con sus instrumentos. Pasaba horas y horas encerrado en su habitación, tocando el piano, el arpa, el violín... lo que fuera. Solo quería evadirse. O puede que no quisiera, pero se estuviera volviendo loco.
Uno de esos días en los que no le apetecía ver a nadie, Elisabeth fue a visitarle. Subió silenciosa las escaleras, después de haber hablado con la madre de Marco. Ambas estaban preocupadas por él. Pero solo una de ellas sabía que Marco estaba siendo devorado por la culpa y la locura.
Eli tocó la puerta, no sin dudar un poco antes.
— Pasa. — Sonó desde dentro de la habitación.
Abrió la puerta con suavidad y sonrió levemente.
— Hola, Marco.
— Hola, Eli. Hoy no tengo buen dí...
— Lo sé. — Cortó ella.— Por eso he venido a verte. Quería hacerte compañía y... t-te echaba de menos.
Marco sonrió y la invitó a sentarse en su cama.
— Ha... ha pasado un tiempo desde que no nos vemos. Bastante tiempo. Y bueno... yo también te echaba de menos, Eli.
Ella no pudo hacer otra cosa que no fuera sorprenderse. Marco nunca solía decir lo que sentía, ni siquiera a su madre. El chico se sentó a su lado. Estaba pálido, sus ojeras eran notables. Parecía que hacía días que no dormía, y realmente, así era. No dormía porque no podía. Solo veía a Lucas muerto y a Calypso a su lado, sonriendo.
Entonces volvió a hablar.
— Siento haber desaparecido de esta forma, Eli. Es lo mejor para todos.
Eli no dijo nada, solo le miraba. Siempre le habían gustado sus ojos. Ella veía más allá de ellos. Rozó su mejilla con las yemas de los dedos, suavemente. Él no merecía aquello, pero si de algo estaba segura es de que nunca le dejaría solo, aunque él pensara que lo estaba y que lo estaría siempre.
Marco dirigió su mirada a ella, fíjamente. No podía entenderle, pero valoraba que lo intentara. Al fin y al cabo, a pesar de saberlo todo desde un principio, siempre podía contar con ella. Una oleada de sentimientos comenzó a recorrerle el cuerpo. Ciertamente, la quería. Ellos dos eran especiales. Nunca habían tenido una trayectoria amorosa como tal, pero nunca había hecho falta. Se necesitaban el uno al otro desesperadamente, ambos se habían dado cuenta en ese momento. Solo se dejaron llevar y se fundieron en un tierno beso, el primero que se daban y el que llevaban años esperando.
Por primera vez, Marco dejó de ver un reloj para ver por fin a una persona. La persona a la que quería con él.
Y eso Calypso no podría cambiarlo nunca.
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¿Solo?
FantasyMarco no encaja. Nunca lo ha hecho, en realidad... A pesar de ser un joven común con gustos comunes que compartía con otras personas, siempre se ha sentido distinto a ellos. Comúnmente diferente. Quizás es porque ve cosas que otros no ven. Qui...