Una vez terminado el desayuno, Damon y yo salimos cogiendo, esta vez, su Lamborghini Aventador blanco. Era un coche precioso, la luz se reflejaba en su chapa haciendo que este pareciera un diamante dejando transpasar el brillo del sol.
Cuando Damon pulsó el botón de la llave para abrir esta joya, las dos puertas se abrieron para arriba. De verdad, parecía el coche de Batman. Esto era increíble. ¿Tanto dinero tenía?
¿Cuánto podría valer este cochazo?
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el fuerte rugir del motor del coche y rápidamente entré en él, colocándome en el asiento del copiloto en el lado izquierdo. Damon me colocó el cinturón de seguridad y me sentí como en una nave espacial. En cuanto él pasó la mano por el lector del coche, una voz femenina nos saludó. Estaba realmente asombrada, esto era una maravilla. Yo también deseaba tener un coche así.
Al llegar a mi casa rápidamente subí a mi cuarto para recoger mis cosas. Mi habitación seguía tal y como la dejé, ordenada, recogida y limpia. Abrí uno de los cajones de mi cómoda para coger ropa interior y metí esta en una bolsa de viaje. Después me dirigí a mi ropero y guardé en la maleta unos vestidos, pantalones, camisetas y zapatos.
Las imágenes de Mike aparecieron en mi mente y mis ojos se empezaron a nublar debido a las lágrimas que no luché por reprimir.
Las personas que más quieres, son las que más daño te hacen.
Mike y yo nos conocimos en el colegio cuando apenas teníamos cinco años. Desde el principio empezamos a jugar juntos. Su madre y mi madre eran muy amigas pero cuando la suya murió, el padre no quería ocuparse de él y lo abandonó en su casa por la noche cuando dormía. Él sólo tenía ocho años y parecía fuerte y valiente, con mucha vida que vivir y un largo camino de fama que recorrer. Ahora me doy cuenta de que no era así.
Me acordé de cuando nos peleábamos pero a los diez minutos ya estábamos riéndonos juntos de nuevo. De cuando en verano contaba los días para verle o para ir a su casa a comer con él. Ahora, sin embargo, noto que he perdido el tiempo, que él nunca fue de confianza, que él sólo estaba ahí para arruinarme todo.
Pensar que llegué a sentir algo por él, que no podía dejar de hablar de Mike, me revuelve el estómago. Yo estuve enamorada de aquél monstruo y ahora, cuando todo me iba bien, tenía que llegar él como si fuera un tifón destruyendo todo a su paso.
Las lágrimas empezaron a arrastrar mi maquillaje y pronto tuve que intentar parar ese mar que estaba echando por los ojos.
Apreté mi mandíbula todo lo fuerte que pude hasta que las ganas de seguir llorando se extinguieron. Me soné la nariz y me limpié los restos de la crema de color que me había echado esta mañana en casa de Damon.
Cuando me senté en mi cama, metí lo que me quedaba por llevarme en la bolsa, cerré la cremallera de esta y suspiré. Miré hacia la ventana y observé el tiempo que hacía.
Hoy estaba un poco nublado pero hacía mucho calor. Para ser primavera el sol calentaba fuerte por el día pero por la noche hacia bastante frío. Londres era como un desierto en esta época del año.
Los árboles de mi jardín ya estaban empezando a dejar salir sus pequeñas y bonitas flores rosas de sus capullos. Eran mis árboles preferidos, los almendros. Olían tan bien que cuando llegaba este tiempo dejaba abierta la ventana para que ese dulce aroma invadiera mi casa dejando un perfume mejor que el de cualquier ambientador.
De repente un golpe sonó en mi ventana. "Una hoja de los árboles, quizás" me convencí pero me di cuenta de que no era así.
Mi corazón empezó a latir impaciente dentro de mi cuerpo deseando salirse de su lugar, mi vista se agudizó debido a la adrenalina que ya corría por mis venas y todos mis sentidos estaban puestos en la ventana de mi habitación observando aquella figura e intentando descifrar su próximo movimiento.
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Secrets #Wattys2016 #WEAwards2º #PremiosMusaRomance
Romance¿Qué pasaría si una de las personas más importantes de tu vida dice ser quien no es? Alexandra Meyer, una chica de metro sesenta de altura, pelo liso y oscuro y con ojos verdes está a punto de ver como su vida da un giro de ciento ochenta grados. Un...