Veintiséis.

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Desde hacía una semana, exactamente desde que Eli Banks me mandó el mensaje, mi vida se había convertido en una pesadilla. Mandy aún se encontraba en el hospital y asistía a una terapia de grupo. Parecía que se estaba recuperando bien y no mostraba ningún daño permanente; Damon me visitaba todos los días para darme ánimos y aguantar mis llantos; y mis padres estaban muy preocupados por mí desde que llegaron de sus viajes diplomáticos. Decían que había vuelto a caer en la ansiedad, lo cual era cierto. Mi cuerpo no respondía, mis piernas se notaban pesadas y mi estado de ánimo no es que fuera muy bueno a decir verdad. Quería pasarme todo el día durmiendo.

Hacía días que no salía de mi habitación, empecé a cogerle miedo a mi casa. No era segura. No me sentía protegida estando allí. Ellos podían volver a venir a por mi en cualquier momento. Sentía como mi vida se iba hundiendo en el dolor y la tristeza pero no sabía como salir de ella. Me notaba caer hacia ninguna parte.

Ya no confiaba ni en mi misma y eso era muy triste.

Mis días se resumían en dormir, llorar, comer y volver a dormir. Las ganas de vivir se me estaban yendo cada día un poco más. 

Damon apareció de repente una tarde abriendo de golpe la puerta de mi habitación. Yo le miré sorprendida y asustada a la vez. No me esperaba aquél estruendo de pronto. Intenté leer su lenguaje corporal y le noté algo nervioso y... ¿contento? Poco después me di cuenta del motivo.

Se apoyó en el marco de la puerta y me miró. Vestía una camisa azulada y unos pantalones negros algo ajustado. Se le veía guapo aunque esas ojeras en sus ojos me daban qué pensar. Él se preocupaba demasiado de mi. Al rato, de una de sus manos que estaban en su espalda sacó un gran ramo de rosas rojas. Eran enormes. Me llevé una de mis manos a la boca mostrando sorpresa y alegría.

Echaba de menos pasar las tardes con él, salir a cualquier sitio, reírme a carcajadas... echaba de menos mi vida.

— Alex,— dijo acercándose y retirándome un mechón de pelo de mi rostro— no soporto verte así. Creo que es hora de salir a la calle y afrontar todos los miedos... juntos. Esta semana ha sido dura, sí, pero esto no va a durar para siempre y tampoco vas a recuperar los días que has perdido en tu habitación encerrada. Te necesito conmigo, necesito ver la sonrisa que le da luz a mi día. Necesito a mi pequeña princesa frágil pero a la vez dura, dulce pero a la vez fuerte. Lo eres todo para mi y no puedo seguir viendo como te marchitas entre cuatro paredes.

De mis ojos empezaron a caer lágrimas indeseadas y sus brazos corrieron a rodearme. Le miré cuando apenas nos separaban dos centímetros. ¿Hacía cuanto que no besaba esos perfectos y dulces labios? De repente las ganas de volver a sentirle crecieron y me hicieron olvidar todo por completo. Sentía que todo volvía a a estar bien. Parecía que estábamos otra vez en mi jardín aquella noche en la fiesta de cumpleaños,  parecía que nos íbamos a volver a besar por primera vez... Mis ansias por tocar mis labios con los suyos crecieron.

Me mordí mi labio inferior y poniéndome de puntillas para llegar a su boca, le besé. Mis manos se enroscaron en su cuello y las suyas se posaron en mi pequeña cintura acercándome más a él. Cuando mis pies se cansaron de esa posición, salté y enrollé mis piernas en la cintura de Damon que me sostenía con ambos brazos. Noté como mis extremidades no podían aguantar mucho esa postura. Mi estado de salud no era bueno. Estaba débil y cansada. Notó cómo me temblaban las piernas al intentar aguantar en aquella postura y poco después se alejó para mirarme e intentó volver a besarme pero mi dedo en su boca se lo impidió.

— Espera.— dije— No sé qué hice para que te enamorases de mi, de verdad. Lo que sé es que nunca te voy a dejar ir. Te quiero muchísimo. Gracias por seguir apoyándome día a día pese a las circunstancias que estamos viviendo.

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