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 Yurio, Yakov y Lilia estuvieron las siguientes dos horas sentados en una sala de espera con cierta preocupación en sus rostros y la incertidumbre persiguiéndolos, recorriendo cada fibra de su ser.

Lilia es la primera prima ballerina del Ballet Bolshoi y la entrenadora de Plisetsky en ballet. Yakov es uno de los más referentes campeones de patinaje en la historia, y también es entrenador del rubio. Ambos lo preparan para ser uno de los mejores patinadores del mundo, para que consiga éxito y sus mayores sueños. Si bien Yurio los considera como una extraña especie de figuras paternas, ellos estuvieron casados, aunque por algunas diferencias, terminaron divorciados. 

Su reencuentro mutuo había sido el año pasado, con el compromiso de que ambos harían lo mejor para llevar al nombre de Yuri Plisetsky al podio, con un primer lugar en su sonrisa. 

El futuro se veía bastante prometedor para el menor, ya que lleno de alegría había encontrado las distintas formas de amor en la temporada pasada, y esa motivación, junto a la de sus entrenadores, le llevó a obtener la medalla de oro en el Grand Prix del año pasado, en Barcelona.

Pero esa felicidad no sería mucha, ya que en esos precisos instantes, de ese grupo nadie se sentía peor que el quinceañero.
El día anterior al accidente había sido muy grosero con todos, y era algo normal en él; pero ahora ese sentimiento de culpa lo invadía por dentro.

Sabía que si Víctor y Yuri, sus amigos, no resistían él tampoco lo haría.
Ellos eran como su familia, y aunque jamás quiso reconocerlo, ahora quería decirle eso a los dos.

Era costumbre de él ser de esa manera, ser muy ''demostrativo'' en ocasiones, y eso decía de él que era un malhumorado e inmaduro adolescente. No era su culpa, pero sentía que cargaba con la responsabilidad de todo lo sucedido hace unas horas.

— ¡Váyanse al diablo! —Reclamó en cuanto vio su suéter de tigre favorito completamente manchado de pintura de colores vivos fluorescentes, y más aún cuando se dio cuenta de que su cabello ahora estaba pegajoso y pelirrojo

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— ¡Váyanse al diablo! —Reclamó en cuanto vio su suéter de tigre favorito completamente manchado de pintura de colores vivos fluorescentes, y más aún cuando se dio cuenta de que su cabello ahora estaba pegajoso y pelirrojo.

— ¡Yurio, fue sólo una broma! —Reía el ojizarco mientras el rubio quería ahorcarlo como nunca. —Está bien, lo sentimos, pero fue gracioso. —Le sonrió para calmar las cosas.

La broma de la pareja al pequeño había sido para amenizar el ambiente tenso que ya llevaba varios días instalado en el centro donde ellos entrenaban, haciendo justamente eso, entrenando. La exigencia era total, por lo cual la seriedad debía estar presente en cada momento. 

Aunque... Para los mayores la seriedad no era parte de su vocabulario. Como sea, sus intenciones fueron buenas, pero con el estrés y las responsabilidades que el menor tenía que lidiar, solo hicieron que una bomba detonara.

— ¡No! Escúchenme, ustedes creen que todo es una broma en el mundo pero no es así. ¡Son irritantes, siempre y todos los días!

—Yurio... En serio sentimos lo de tu suéter, pero la pintura es lavable. —El japonés intentó disculparse, notando que la broma fue un error de su parte.

Memorias De Nuestro Pasado. ➸Victuri/ CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora