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[Atención, el siguiente capítulo podría herir la sensibilidad de algunas personas, se recomienda discreción. <\3]

Tan sólo unos días habían pasado luego del cumpleaños de Yurio. Ya era día Viernes, y era un día muy importante porque... ¿Por qué? Algo tenía que hacer ese día... ¿Pero qué era? ¿Y por qué sonaba un ruido extraño?

—¡Otabek, apaga esa estúpida cosa de una buena vez por todas! —Exclamó con la voz casi a los gritos, puesto que se había despertado y se había golpeado la cabeza con el respaldo de su cama.

—¿Por qué te molesta? A esta hora me levanto siempre. —Dijo apagando la ruidosa canción que provenía de su teléfono.

—¡Pero yo no! La hora aquí es distinta a la de Kazajistán y no puedo dormir en paz si tienes activada esa maldita alarma que, por cierto, te dije que desactivaras el primer día que llegaste aquí.

—Al menos tú no duermes en un saco de dormir en el piso. No está tan mal.

—¿No está tan mal? En Rusia la noche es muy corta, mi amigo. ¡Son las cinco de la mañana y ya va a amanecer a las seis!

—Deberías ponerte tapones de oído si no quieres oírla.

—Qué gracioso, sería mucho mejor si la desactivaras. Ahora cierra la boca y vuelve a dormir.

—Como diga, su majestad.

—Soy menor, tengo privilegios ¿bien?—Dijo un poco molesto por la interrupción de su sueño, y volvió a acurrucarse entre sus mantas.

—Buenos días a ti también.

—Buenas noches. —Dijo cerrando los ojos, para despertar dos horas más tarde.

Cuando nuevamente despertó, a las siete, removió el cabello rubio que le tapaba sus ojos y se quedó pensando un buen tiempo. Algo estaba olvidando, algo importante. Algo....

—¡Oh demonios! —Exclamó.

—¿Qué? —Murmuró el mayor despertándose por el grito de su amigo.

—¡No puedo creer que lo olvidé! Otabek, realmente lo siento pero tengo que irme ya. —Se levantó, buscando algo que ponerse, puesto que no podría salir en pijama.

—¿A dónde irás? ¿Necesitas que te acompañe?

—Hoy tengo que estar con los idiotas, tienen consulta y debo estar allí como testigo de algo, o lo que sea. Y no, no puedes acompañarme.

—¿Por qué no?

—Al viejo no le caes bien. No es nada personal, espero.

—Es por las competiciones, ¿cierto?

—Puede ser. Oye, necesito que cuides a mis pequeños. Y no tardaré en volver, serán un par de horas.

—¿Te refieres a tus cuatro gatos? Están a salvo aquí.

—Gracias. Y como dije antes, mi casa es tu casa. Siéntete libre de comer lo que quieras o cualquier cosa que quieras hacer. Ah, pero no toques el pastel de frambuesa que hay en la nevera; es de Lilia y a la señora educada se le sale el demonio si te acercas a su comida.

—¿Bien?... No quiero invocar al diablo.

—No toques sus cosas y estarás a salvo. Cuídate, ya me voy. —Dijo para salir de la habitación y cambiarse en el cuarto de baño luego de tomar una ducha.

Memorias De Nuestro Pasado. ➸Victuri/ CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora