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El de cabellos platinados estaba preocupado. Demasiado, a decir verdad. Fue demasiado idiota de su parte dejar a Yuri completamente solo en una ciudad que no conocía y probablemente él ni si quiera sabía cómo regresar.

Con las manos un poco más abajo de sus rodillas, y estas mismas flectadas hacia arriba, el ojizarco se balanceaba hacia adelante y atrás. Faltaban cinco minutos para las doce de la madrugada y eso sólo aumentaba su preocupación.

En la tarde, como a la hora de cenar, se rindió, dejó de lado su enojo y su orgullo saliendo a buscarlo, pero no tuvo éxito en ello. Dos horas más tarde, fue al departamento del Yuri ruso, a preguntarle si es que estaban juntos de casualidad. Probablemente, el azabache se haya querido disculpar con el rubio y estaría allí... Pero no fue así.

Una hora después de ello, Plisetsky junto a su mejor amigo y el peliplata salieron a buscarle en motocicleta.  Con la ayuda de Otabek Altin -que por cierto, a Victor empezaba a caerle bien solo por el hecho de que se preocupara por el japonés- consiguieron llegar a todos los posibles lugares en donde el chico con corazón de hielo podría estar. Lamentablemente tampoco lo hallaron.

Victor estaba desesperado, tanto que Yurio al ver su condición, decidió llamar a la policía y esperar.
Lo único que hicieron los "malditos idiotas sin corazón", -según Víctor-  fue decir: "Tendremos que esperar más, si no aparece en veinticuatro horas llamen de nuevo." Y eso tenía totalmente encabronado al ruso mayor.

¿Y si algo le pasaba a Yuri en menos de ese tiempo? No, no, no. Él no podía esperar. Sabía que buscarlo no daba resultado, pero aún así lo haría toda la maldita madrugada si era necesario, todo eso hasta encontrarlo sano y salvo.

No se había rendido, pero estaba cansado de caminar por toda la condenada ciudad. Sentado en la acera, Victor sentía frío y desesperación. No podía estar tranquilo con la sensación de que tal vez Yuri estaría peor. Tal vez muerto de frío con ganas de volver, tal vez cruzando la frontera del país para irse, tal vez... Ya no lo sabía.

—¡Levántate de allí, tenemos que encontrar al cerdo!

—¡Quisiera que jamás hubiesen peleado! No quiero que le pase nada malo... Él no merece nada como eso.

—Yura tiene razón, tenemos que seguir buscando o nunca lo encontraremos, Victor.

—¡No me digas que hacer, imitador barato de Elvis Presley! ¿Y quién te dio permiso para llamarme Victor sin mi apellido?

—Sólo estás así porque estás cansado y con frío. Vámonos, tal vez lo encontremos en el Palacio de Invierno. Si no está ahí, entonces nos vamos.

—¿Y si no lo encontramos? —Murmuró el mayor, con miedo.

—¡Maldito vejestorio, no te rindas ahora! ¡Podría estar ahí, Otabek no rentó está motocicleta para que te eches a morir porque el estúpido cerdo no aparece por ninguna parte!

—¿Tengo miedo, bien? ¡Él es muy importante para mí!

—¿Tú crees que para mí no? ¡Comparto tus emociones, pero no me voy a poner a llorar antes de intentarlo! Joder, Victor... Yo pensé que eras un campeón, no un maldito perdedor.

—¡Lo soy!

—¿Entonces por qué no lo intentas?

—¡Siempre he tenido miedo! Vivo con miedo de día y de noche, le temo a tantas cosas que he perdido la cuenta.
—Soltó y se calmó. —Yuri es la única persona que me ha hecho reflexionar de ello y olvidar algunos de mis miedos. Pero y si lo pierdo... No tendré nada en mi vida y mi mayor miedo ahora es no volverlo a ver.

Memorias De Nuestro Pasado. ➸Victuri/ CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora