8. Danna

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      -¡¿Te vas?! – exclama Damien con los ojos desorbitados.

      -Tengo que irme, ¿qué remedio queda? Me muero por ver a mi hermanita – murmuro abrazando a mi Simba de peluche. Sí, tengo un peluche del Rey León, ¿algún problema? Es la mejor película del mundo, tengo los peluches de Simba, Nala y otros tantos personajes Disney, por muchos años que cumple siempre amaré películas como Peter Pan porque Peter Pan en realidad, desde mi punto de vista, es un niño que está muerto de ahí que nunca crezca y que vive en el País de Nunca Jamás, mi padre siempre dijo eso y si ves la peli te das cuenta que tiene parte de razón.

      -Te queda… ¿estar conmigo?

      -Llevo toda mi vida contigo, te metes en mi vida siempre que quieres, ¿algo más? – le pregunto enseñándole una falda que una vez estropeó porque decía que era demasiado corta, lo que decía, siempre hace lo que le da la gana.

      -Ejem… Yo solo me meto dónde tú quieres que me meta – me responde con una sonrisa pícara.

Me lanzo a la cama sobre él en actitud juguetona, pero lo que era un juego se convierte rápidamente en algo muy serio… Estoy bajo Dan aplastada por su peso, y me gusta la sensación, viendo nuestros alientos mezclarse, su aroma  acercándose a mí, sus ojos miel convirtiéndose en puro chocolate negro mientras su temperatura corporal (y la mía) no hace otra cosa que subir más y más como si nunca fuera suficiente.

      -¡El…! – me escabullo rápidamente levantándome junto con Dan – Lo siento.

Una cabeza casi azabache  desaparece tras la puerta dejando una maleta de la fotografía de una bailarina en medio de la habitación. Mi respiración está agitada… mi corazón intenta causarme un paro cardíaco, mi cuerpo hacerme perder el control de todo, mis ojos tentarme y mis mejillas… ¿abochornarme? Tan rápido como mis piernas me lo permiten (y mi cuerpo reacciona), salgo por la puerta escaleras abajo.

      -¡Danna! – grito entrando en la sala de estar.

Mi hermana está ruborizada mirando alguna mierda en la televisión con Fred y Marc.

      -Hola – susurra tímidamente.

      -Pensaba que iríamos… Bah, da igual – murmuro más para mí que para ella – Ejem… - gruño, los dos idiotas ni se inmutan - ¡Se os van a quedar las cabezas cuadradas con tanta televisión! – exclamo satisfecha al ver como dan un pequeño brinco sobre sus asientos.

      -¡Hey, Eli! – dicen al mismo tiempo.

Les enseño mi dedo del medio.

      -¿Yo no os tengo dicho que no quiero que nadie entre en mi habitación? Al menos a ti Fred – mi hermano me mira confundido y después su mirada pasa a Dana quien sigue encerrada en su mundo de vergüenza y a Dan.

      -Solo estabas con Dan, ni que os estuvierais besando – ríe, pero al ver nuestras caras sus orejas se tiñen de un intenso rojo - ¡¿NO eras su mejor amigo?!

      -Hey, Fred. No nos besamos, además simplemente estábamos cerca… fue un accidente, tropecé y me caí – balbuceo intentando que algo cobre coherencia en mi desorganizada cabeza – Tranquilo, ¿vale?

Los ojos de Fred desprenden verdaderas llamas de fuego hacia Dan, ¿qué le pasa a este? Siempre fue muy celoso y sobreprotector conmigo (y con Danna) pero de protegernos de los idiotas a querer partirle la cara a mi mejor amigo hay un buen camino… Dana me sonríe de forma dulce y pícara sintiendo aun vergüenza, de eso estoy segura, le devuelvo la sonrisa mientras me dejo caer a su lado en el sofá.

Amor, Sexo Y Otras Drogas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora