Suga

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Desde pequeño se me hizo saber que yo no había sido deseado en este mundo y por eso estaba ahí, jodido, entre la mierda.

Hay quienes dicen que la estadía en los orfanatorios no es tan mala, se tiene comida y muchos niños con los cuales jugar y sentirse acompañado, que las nanas te prestan atención y te dan los cuidados necesarios. La gente debe tener algún tipo de retraso si piensa de esa manera. Los orfanatorios son el peor inferno para un niño, porque los niños son crueles, despiadados y no tienen remordimiento alguno, ya que a nadie le importa lo que pase con sus miserables vidas.

De esa manera pasaron los primeros 10 años de mi vida, soportando abusos, injusticias, golpes, hambre, noches en vela para poder ver la luz del día siguiente. A los 5 comprendí que si no hacía algo por mí mismo, velar por mi propio bienestar, nadie lo haría y el único que terminaría jodido seria yo, y eso a nadie iba a importarle.

Para mi sexto cumpleaños, era consciente de todo lo que pasaba en aquel lugar infernal. Los mayores controlaban todo, robaban las pertenencias de los más pequeños, dejaban si n comer a los que no se apegaran a sus reglas y hasta impedían que cualquier pequeño con esperanzas fuese adoptado. Sí, les gustaba ver sufrir a los demás y constantemente nos recordaban la basura que éramos, todos, niños abandonados que nunca habíamos visto la luz del sol fuera de los muros del orfanatorio.

Así pasaba mis días, en silencio, en un rincón, sin hacer ni un solo ruido, sin molestar a nadie, sin que mi presencia fuese tan siquiera visible. Era un fantasma, invisible, nadie podía verme. Con el tiempo nadie sabía quién era el niño que se llamaba Yoongi, el pequeño rubio aislado del mundo, hasta que comencé a hablarle a ella.

Moonbiul era como un rayo de sol cada vez que esa sonrisa tan peculiar aparecía en su rostro, su risa era tan melodiosa para mis oídos, y esos ojos tan expresivos que me atrapaban y no me dejaban ir. La odiaba por hacerme sentir de esa manera. Desde que me dedicó una sonrisa solo a mí, aquel lluvioso día lleno de relámpagos en el cielo oscuro, desde ese día mí mente hizo "clic" y el sentido de protección para mantenerla a salvo fueron mi prioridad los siguientes años.

Ella no era para nada un fantasma, no le gustaba ser invisible, le gustaba hacerse notar y defendía a los más vulnerables; claro que yo salía a su defensa cada que las cosas se ponían turbias y feas, y para eso, tuve que enseñarme a defendernos, porque ahora no solo era yo, sino que estaba ella a mi lado.

Desde que la conocí, mis días estaban llenos de golpes y riñas, poco a poco fui ganándome mi lugar en ese basurero, a mis 8 años ya era considerado "mayor". Muchos de los rumores decían que con tan solo mi mirada podía acabar con cualquiera. Esto obvio dicho por los más pequeños, pero para los mayores, yo seguía siendo un simple niñato estúpido, ganándome golpizas, pero también más y más experiencia y resistencia contra casi cualquier cosa. Me hacía fuerte, me hacía despiadado, mi lado temeroso se iba de a poco con cada riña en la que yo salía victorioso.

Comenzaban a temerme, comenzaban a respetarme, comenzaba a tener un lugar importante entre toda la escoria, pero para ella siempre fui el miso chico dulce e inocente que lloraba en una esquina del comedor aquella noche lluviosa, llena de ensordecedores relámpagos.

- Deberías controlarte, mira como te han dejado, eres muy pequeño para meterte en tantos líos. -Me decía mientras limpiaba mis heridas del rostro con un paño húmedo y alcohol.

- Soy lo suficientemente fuerte como para soportarlo -dije tratando de no hacer alguna mueca de dolor.

- Eres lo suficientemente dulce como el azúcar, pequeño Suga -y ahí estaba otra vez ese ridículo apodo que me había dado, y junto con él, el sonrojo en mis mejillas que de seguro ella notaba siempre, mi piel era ridículamente blanca al lado de las demás personas.

Revenge (Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora