La vida de un niño en los barrios marginados, jamás va a ser como la de los demás.
Desde una muy temprana edad debemos aprender que aquí es comer o ser comido, es tu vida o la del maniaco que quiere arrebatártela. Por esa razón uno sobrevive aquí gracias al puto instinto y nada más.
Los débiles no pueden permanecer mucho tiempo vivos en este barrio, y eso lo aprendí por las malas.
Durante mucho tiempo fui testigo de la crueldad con la que se tratan las personas entre sí y de lo fríos que son los corazones de muchos para tener un lugar más o menos respetable entre toda la escoria de este lugar. Yo siempre tomaba de ejemplo para estas cosas a mí padre; le encantaba llenarse la boca de que para que su único hijo varón se hiciera un hombrecito hecho y derecho, debía experimentar el horror en carne propia.
Para no flaquear, ser fuerte siempre, tener agallas.
Eran las estupideces más grandes que había escuchado en toda mi vida provenir de la boca de un adulto.
Mi padre solía juntarse con sus amigos a cazar maricones todas las noches. Él lo llamaba "depurar el barrio" pero yo lo llamaba masacre. A mis escasos 6 años ya había visto más pollas rodar por el suelo ensangrentadas, que paletas de caramelo con mis colores y sabores favoritos.
"A los maricones se les corta la polla"
Siempre terminaba con náuseas -si no es que vomitando- cuando mi padre me obligaba a ver aquello. El cómo los pobres chicos gritaban tan fuerte que terminaban sin voz, y sin miembros, muchos otros terminaban inconscientes por el dolor y algunos con menos suerte que los anteriores, eran violados, torturados y mutilados de varias extremidades antes de morir.
Todo esto, gracias a que en estos barrios los homosexuales eran considerados escoria.
Mi padre me obligaba muchas veces a ser parte de todo aquello, yo tenía que elegir la herramienta de tortura para cada uno de los chicos que tenían en ese maldito cuarto maltrecho, a penas con ventilación decente. El olor a sangre y a desechos era tan insoportable, que varias veces llegué a desmayarme ahí mismo. En cambio mi padre y todos sus colegas, se divertían entre los muertos que iban dejando apilados en un rincón, para que a la mañana siguiente, el camión de la basura se llevara los cuerpos envueltos en bolsas negras y cinta adhesiva.
Desde muy pequeño me preguntaba si ese sería mi destino después de todo. Aún viendo todo aquello, jamás me vi mirando a las niñas de la escuela como miraba a los niños, y es que había un niño tan lindo que no podía apartar los ojos de él.
Su nombre era Jimin, y ta pronto como entró en mí curso, me volví un pegoste a su lado. Él saltaba y yo lo hacía, él corría a la izquierda y yo lo seguía igual, él sonreía y yo sonreía el doble, porque su sonrisa era de las cosas más bonitas que había conocido jamás.
Me alegraba que él me considerara su amigo, siempre decía que yo era lo más cercano a un hermano para él, ya que el suyo no lo quería. ¿Cómo alguien no podría quererlo? Siendo tan lindo e inteligente. A veces me daba pena que llegara a la escuela con moratones en sus bonitas mejillas, así que no dejaba de abrazarlo durante todo el día.
Fuimos creciendo juntos, y con los años él se ponía un poco más lindo cada día. Hasta que a los 11 años me di cuenta de que sería sólo algo platónico para mí, pues él no parecía mostrar interés alguno en mí, más que cariño fraternal. De igual manera yo me había conformado con eso, con eso y con poder abrazarlo todo el tiempo. Él decía que le gustaba que yo fuese tan cariñoso con él, pues compensaba el amor que no le daban en casa. Siempre que él hablaba de su casa se me hacía tan pequeño el corazón.
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Revenge (Jikook)
FanfictionToda la vida, todos nosotros hemos sufrido tantas injusticias que hasta se han vuelto difíciles de recordar. Ninguno de nosotros pidió esta vida, ninguno de nosotros pensó que llegaríamos tan lejos por llevar a cabo cada una de nuestras venganzas...