ANILLO

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Sólo, mirando el techo, tumbado en la cama del inhóspito hospital, los recuerdos del día en que encontre mi anillo se agolpaban en mi cabeza.

«Hacia casi once años, yo aún vivía con mis padre y no conocía a Mónica. Era un día lluvioso de enero, el invierno estaba siendo especialmente duro, la nieve se acumulaba sobre las ramas de los pinos, del parque central.

Tenía un trabajo sencillo de mozo de almacén, en una empresa de importación de vino, sólo llevaba un mes en la empresa.

El frío traspasaba mi vieja chaqueta hasta llegar mis huesos y entumecía mis manos. Comencé a apilar unos palet de vino en una de las estanterías del almacén, perdí el control de la maldita máquina, la carretilla se aceleró, embistió la endeble estructura de metal que hacía de estantería y tire toda la mercancía que había apilada. Diez palet de vino hechos añicos. Cuando el jefe salió de su oficina al oír el estruendo, su reacción fue instantánea:

- estas despedido -.

No respondí, bajé la cabezas, vacie mi taquilla y me fui, pero justo antes de poder salir por la puerta, el jefe me llamo y me ofreció un sobre.

Yo lo mire extrañado. No parecía que estuviese enfadado. Abrí el sobre y vi con estupor que era el salario de un mes. No quise aceptarlo, pero el insistió, me dijo que el seguro cubriría los desperfectos en la mercancía y casi me obligó a coger el dinero. La verdad es que era un buen hombre y yo era un desastre de empleado.

Cuando salí del almacén pensé en la vergüenza, en la humillación que sentiría al volver a casa de mis padres, era el cuarto trabajo del que me despedían ese año. No podría soportar otra vez cara de decepción de mi padre, los reproches de mi madre y las bromas pesadas de mi hermano.

"inútil, que no vales ni para estar escondido - me diría entre risas".

Así que decidí irme, abandonar mi hogar y huir con el dinero que me había dado mi jefe. Siempre había querido volar, pero nunca había tenido la oportunidad de hacerlo, así que fui al aeropuerto y pedí un pasaje para el primer avión que despegase.

Una vez dentro del avión, busque mi asiento, algo nervioso.

Llegue a la fila que marcaba mi billete, una muchacha discutía con una azafata, e impedía que pudiese acceder a mi asiento.

- necesito salir del avión - dijo la muchacha, intentando no alzar la voz.

-¿Porque?- pregunto la azafata algo extrañada.

-acabo de recibir una llamada, un familiar a tenido un accidente y tengo que ir al hospital- la chica me miró a los ojos durante un segundo, la expresión de su rostro era de verdadera preocupación.

-acompáñeme, iremos a hablar con el comandante, a ver si puede salir antes de que cierren las puertas del avión -.

Cuando por fin se fueron en dirección a la cabina del avión, pude pasar a la fila de asientos que indicaba mi billete y me senté. Mire al asiento de mi derecha y vi un anillo. Lo cogí, y mire a mi alrededor, buscado a un posible dueño. Nadie parecía estar buscandolo, Observe el anillo, era de metal, una barata imitación de oro,  tenia una inscripción, "tu mentira es mi verdad", un magnetismo que no puedo explicar me subyugo.

La chica que había pedido salir del avión no volvió, y yo guarde el anillo en mi bolsillo.

En ese momento el comandante hablo por megafonía.

-Hola, les saluda el comandante Pepe Rubio García, el vuelo 434 de la compañía Oceanía se dispone a despegar, le informamos que la temperatura en el exterior es aproximadamente de unos 3 grados, y hay una lluvia moderada en estos momentos en la pista de despegue, por favor abrochen sus cinturones, y pongan sus asientos en posición vertical, la tripulación y el comandante les desean un feliz vuelo-.

El avión despego sin problemas, pero al poco el aparato comenzó a dar tumbos, el comandante aviso por megafonía que el aparato estába teniendo problemas con un estabilizador, y que estaban intentando solucionarlo. Los pasajeros comenzaron a murmurar intranquilos. Una madre agarraba a su hija con expresión de terror, mientras la niña gemia y se abrazaba a un osito de peluche. Las vibraciones no cesaban, el miedo se reflejaba en las caras de los pasajeros, unos rezaban, y otros lloraban. A un pasajero le dio un ataque de pánico y comenzó a gritar asustando aún más al pasaje:

- !Vamos a morir todos¡- gritaba desesperado, mientras una azafata intentaba calmarlo.

El avión no paraba de vibrar, entonces se volvió a oír la voz del comandante por megafonia:

-Les informamos que por motivos técnicos tenemos que realizar un aterrizaje de emergencia, por favor abrochen sus cinturones y pónganse en posición de emergencia, agarrando sus rodillas con los brazos, y ocultando su cabeza entre las piernas, si tienen alguna duda, pregunten a la tripulación.

El histerismo se apodero de los pasajeros, los gritos y lamentos se oían por doquier, las azafatas intentaban tranquilizar y dar instrucciones al pasaje, para que se colocarán en posición de emergencia.

Pensé que era el fin, un impulso me hizo sacar del bolsillo el anillo que acaba de encontrar, y de manera instintiva me lo coloque en mi dedo anular, me incline en mi asiento agarre mis rodillas con los brazos, y mire a mi alrededor. Todo era caos, la madre y la niña seguían llorando desconsoladas, incapaces de reaccionar, y mucho menos de hacer caso a las instrucciones de las azafatas.

Se percibía como el aparato perdía altura rápidamente. Yo esperaba con ansiedad el momento del impacto, la espera se me hizo eterna.

Finalmente un choque brutal destrozo el fuselaje del aparato, los asientos de mi alrededor se desprendían con sus ocupantes encima. El anillo comenzó a brillar y un aura dorada envolvió mi cuerpo, mientras mi asiento se mantenía firmemente soldado al fuselaje del avión.

Increíblemente el aparato se detuvo y yo no tenia ni un rasguño, prácticamente el avión había desaparecido hecho añicos, solo mi asiento y la parte inferior del fuselaje quedaron intactos.

Solté el cinturón del asiento, el aura dorada que me había protegido se desvaneció, yo ya no tenia dudas, !el anillo me había salvado¡. Camine sin rumbo, alejándome de los restos del fuselaje, mientras una fina lluvia caía, sobre la noche cerrada.

Comencé a deambular desorientado, entré los restos del avión siniestrado, y los cadáveres de los pasajeros. Vi el osito de peluche de la niña, su cuerpo destrozado yacía a su lado, ¿porqué me hacía salvado yo?- me pregunte mienta lloraba como un niño.

Los equipos de emergencia me llevaron al hospital, donde certificaron que no tenia ni un rasguño, era un milagro, si mi nombre no hubiera estado en la lista de pasajeros no hubieran creído que yo iba subido a ese avión.

164 personas murieron en ese accidente, y solo hubo un dos supervivientes, yo y la chica que bajo del avión antes del despegue.

Pedí a la compañía aérea y a las autoridades que no revelará mi identidad, quería seguir siendo una persona anónima.

Hice un pacto con la compañía aérea y a cambio de una pequeña indemnización se comprometieron a que nunca se revelaría mi identidad.

Nadie supo nunca que yo había estado en ese avión, volví a casa, conté que me habían despedido y tuve que afrontar la expresión de decepción de mi padre, los reproches de mi madre y las bromas de mi hermano.

Nada de eso importaba en aquel momento, el anillo me había salvado, mi confianza, mi autoestima y mi manera de afrontar la vida cambió radicalmente».

Todo eso que sentí, hacía ya once años, ese poder, esa confianza, se iba desvaneciendo poco a poco. Ahora en el silencio de aquella habitación de hospital,  mi confianza, mi fuerza mental, estaba mermando. Sentí que el nudo que tenía en el estómago, la angustia que me atenazaba, sólo se podía paliar recuperando mi estimado anillo.

PALABRAS EXTERMINANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora