JULIA

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Al fin me quedé sólo en mi habitación. Mi cuñada había muerto y en ese momento vinieron a mi mente los recuerdos de un pasado mejor. Recordé a Julia y el día en que la conocí.

Después de mi accidente de avión el tiempo cambio drásticamente, el frío del invierno dejó paso a un verano abrasador, la primavera aquel año pasó desapercibida.

«Mi hermano, Juan y yo decidimos pasar el día a la playa. Acababa de sacarme el carnet de camión e íbamos a celebrarlo.
Desde que tenía aquel misterioso anillo mi suerte había cambiado. Habían pasado sólo dos semanas desde que tenía el anillo, y había conseguido aprobar el examen para el permiso de conducir camión a la primera, y prácticamente sin estudiar.

Además nada más recoger mi nuevo carnet, se me acerco un tipo gordo y barbudo y me ofreció un trabajo, para una empresa de trasporte que se acababa de instalar en la ciudad. El anillo me hacía sentir que podía lograr todo lo que quisiera, aunque mis metas nunca habían sido muy ambiciosas; tener trabajo, conseguir novia y tal vez formar una familia. Mis humildes sueños se estaban cumpliendo».

Tumbado en la cama pensé que ahora, con la pérdida de mi anillo, todos esos sueños se habían truncado, y sólo me quedaban los recuerdos de un tiempo mejor.

«El día que conocí a Julia, me levanté temprano, el sol se alzaba levemente sobre el horizonte, caminábamos por una playa de arena fina, buscado un lugar donde ubicar nuestras toallas. Al fin colocamos las toallas cerca de la orilla. Mi hermano y Juan fueron a refrescarse en el mar, yo decidí quedarme tumbado en la toalla mirando el infinito, mirando la línea donde se une el cielo con el mar.

- Hola - dijo una voz femenina a mi espalda -¡yo te conozco!-

Me gire, la luz del sol me cegaba, no podía distinguir quien me hablaba, entorne los ojos para adaptarlos a la luz del sol y vi a una muchacha en bikini que me miraba sonriente. Me incorporé algo desconcertado, observe su rostro, sus facciones, intentando recordar:

- la chica del avión - dije al fin.

La sorpresa fue mayúscula, no sabía si volvería a verla, pero ahí estaba sonriendo.

Las manos me sudaban, mientras las movía nervioso, ¿Y si me pedía el anillo?,al fin y al cabo lo habida encontrado en el asiento que iba a ocupar ella antes de abandonar el avión.

- ¿Te acuerdas de mi? - me pregunto.

- si, claro que me acuerdo-  una sonrisa nerviosas se dibujó en mis labios.

-¿Así que eres tú, el único superviviente del vuelo, del que hablaban las noticias?- pregunto con expresión de sorpresa.

- tu también te salvaste- añadí.

- ya, pero yo baje del avión, técnicamente no he sobrevivido a un accidente aéreo -

- bueno, tuve mucha suerte - admiti.

-¡que mal educada soy!- dijo sonriendo - me llamo Julia -

- encantado Julia-respondí.

-¿No me dices tu nombre?- los ojos de Julia brillaban con la luz del sol.

- sólo si me regalas una cosa— en mi mente se formó una loca idea para conseguir quedarme con el anillo.

- ¿que quieres que te regale?- pregunto intrigada.

Le enseñe el anillo. No sabía si ella querría recuperarlo. La mire a los ojos, intentando adivinar si echaba de menos el anillo.

- ¡el anillo de Mónica!- exclamó Julia.

-¿Quién es Mónica?- los nervios me mordian las entrañas. Aunque no note excesivo interés de Julia hacia el anillo.

- ella fue quien me dio el anillo, tienes que conocerla, está sentada en la toalla azul - dijo mientras caminaba hacia ella, y le indicaba con gestos exagerados que se acercase.

- ¡dile que me puede pedir lo que quiera, a cambio de su anillo!- le grité a Julia mientras seguía caminando en dirección a Mónica.

Mónica hizo como que no se enteraba y siguió sentada en su toalla azul. Me levanté de mi toalla para ver mejor a la misteriosa dueña del anillo. Era la mujer más bella que había visto en mi vida.

Desde la distancia vi a Mónica hablar con su amiga, Julia gesticula, parecía que intentaba convencerla de que viniera a conocerme, finalmente se levantaron de sus toallas Julia se acercó a mí, mientras Mónica recogida su toalla y se marchaba.

- te regalamos el anillo-

-¡¿Qué?!- dije aliviado, y sorprendido a la vez.

- ¡Bah!, el anillo era de Mónica, pero dice que no lo quiere.

—y tu, ¿Tampoco lo quieres?—  pregunte extrañado.

- no, no vale nada, es chatarra y le tengo alergia, yo sólo puedo usar joyas caras, de oro de verdad— afirmó Julia con su sonrisa pícara.

- gracias, pero me gustaría compensaros por vuestra generosidad -

-¡Bua, por esa baratija!, la verdad es que Mónica me lo regalo el mismo día que nos vimos en el avión, cuando me lo puse, sentí una sensación extraña, como un nudo en el estómago. Necesitaba salir del avión, tuve un mal presentimiento, me quite el anillo y lo dejé en el asiento, me inventé una escusa para salir del avión. Recuerdo que cuando salía, me fijé en tus ojos, me gusta mirar a la gente a los ojos y los tuyos me parecieron penetrantes. Luego cuando me enteré de que el avión había tenido un accidente, sentí una mezcla de emociones, alivio por haberme salvado gracias a mi instinto, y rabia por no haber podido salvar al resto de pasajeros. Me acordé de ti, y aunque no te conocía sentí pena, porque pensaba que habrías muerto-

- por suerte para mi no estoy muerto, aunque te rogaría que no le dijeses a nadie que me viste en ese avión, no lo he contado ni a mi familia- pedí.

- te parecerá una locura, pero yo tampoco le he contado a nadie que iba en ese vuelo. Así que yo guardaré tu secreto y tu guardaras el mío - me miró a los ojos y nos dimos la mano solemnemente, para sellar nuestro pacto de silencio.

- Déjame que os invite a un café aunque sea - no quería desaprovechar la ocasión de conocer a su amiga Mónica.

- dame tu número de teléfono, y hablaré con Mónica -

Se apuntó el número rápidamente y se despidió.

- ¡aún no me has dicho tú nombre!- dijo mientras se alejaba siguiendo a Mónica, que iba cargada con su toalla y casi había salido de la playa.

- ¡si me llamas, a lo mejor te lo digo!- grité mientes se alejaba.»

El brusco sonido de la puerta al abrirse, me despertó del profundo letargo, en el que mi mente estaba atrapada, y provocó que se diluyeran mis recuerdos, para hacerme volver, a la triste realidad.

PALABRAS EXTERMINANTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora