CAPITULO 4

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Tras unos minutos de tristeza, dónde lo único que hago es mojar la almohada con mis lágrimas y mirar hacia el techo pensando en mi padre, la expresión de mi cara cambia por completo, se me acaba de ocurrir una idea. No sé de dónde ha salido aquella arriesgada idea, pues me ha venido a la mente de repente. Hace un mes aproximadamente, leí un libro que trataba sobre espíritus y la verdad, es que desde pequeña he creído en ellos y diréis ¿ Como puedes creer en ellos si no sabes si existen realmente? Pues bien, desde que murió mi madre, siempre he tenido la esperanza de que su alma permanecería a mi lado el resto de mi vida, y siempre la tendré conmigo, aunque no pueda verla con mis ojos. El caso es que se me ocurrió la escalofriante idea de jugar a eso que llaman "ouija". Nunca pude despedirme de mi madre y creo que esa es una de las cosas que más me afectan a parte de su muerte. Sería muy arriesgado jugar, pues en la mayoría de casos, el juego no sale bien, pero por mi madre arriesgo lo que sea, ella habría hecho lo mismo. Tras darle unas cuantas vueltas, me levanto de la cama, suspiro, y cogo una pluma y un papel de la mesita de noche.

"Buenos días Juan, soy Meri, la hija de Rodrigo, le escribo para comunicarle que necesito ir al pueblo más cercano a comprar unas cosas. Le espero en la puerta de casa a las seis menos cuarto. Muchas gracias."

Sin pensarlo dos veces, paso mi lengua sobre el sobre y lo cierro.
- Por favor, ven.
Digo apretando la carta sobre mi pecho.

Hay alguien en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora