Me ha faltado tiempo para dormir, no aguanto más.
-¡Estúpidos!
Grito, refiriéndome a los espíritus.
El eco retumba. Salgo al bosque, voy al río y me acomodo en una enorme roca. Las flores vistosas se han marchitado, el agua del río me impacta, está turbia.
-Todo por mi culpa, no pensé las cosas antes de realizarlas. Soy demasiado inútil. Juan ha muerto por mi culpa, Roque se ha perdido por mi culpa, y, ahora moriré yo.
Oigo unos pasos, se acercan.
-¡Dejadme en paz!
Me giro, es un caballo blanco.
-¡Billy!
Me abalanzo sobre él y le abrazo. Me siento algo mejor. Unos ladridos se oyen desde abajo. Como no, es Roque. Lloro de alegría. Me lame la cara. No me lo esperaba. Pensaba que no iba a regresar. Voy a casa, a la zona en la que mi padre solía pasar parte de su tiempo cuando estaba conmigo. Cojo madera y voy al bosque. Empiezo a construir una cuadra para Billy. Tengo que darle las gracias por haber encontrado a Roque de alguna forma. Utilizo mucha de mi fuerza al clavar los clavos con lo cual, acabo agotada. No sé mucho sobre caballos, pero cojo una gran cantidad de paja y la pongo en la cuadra. No sé si le va a gustar, pero no puede esperar más de mí. Entro con Roque a casa, desde la ventana, puedo observar y vigilar a Billy perfectamente. Estoy muy cansada, me pesa el cuerpo, mis ojos brillan más que nunca, me duele la cabeza... Según decía mi madre, estos signos avisan de la cercanía de la fiebre. No tengo termómetro, nunca pensé en comprar uno y ahora, cuando más lo necesito, no lo tengo a mi disposición. Mi madre me dijo que cuando tuviera esta enfermedad, que colocara sobre mi cabeza un paño frío. Es lo que hago. Me siento en el sofá, me recuesto e intento que se me pase. Roque, mientras tanto, duerme en su cojín. He sufrido mucho, ya era hora de que pasara algo bueno. Por fin Roque está conmigo, ya no me siento tan sola. Cierro los ojos, pienso. Duermo.
-Meri, Meri ven conmigo, vamos a jugar.
Aquellos susurros, vuelven a despertarme. Aterrorizada, mis ojos se dirigen al cojín de Roque, no está. Oigo sonidos extraños, como si estuvieran afilando cuchillos. Me levanto del sofá, son las cuatro de la madrugada. Al apoyar mis pies sobre el suelo, los cuchillos son afilados más rápidamente. Un grito, típico de un perro me asusta.
-¡ROQUE!
Corro a la cocina, es lo primero que se me ocurre. Al situarme en frente de la puerta, veo una imagen bastante traumatizadora. Hay un charco de sangre, sobre él está Roque. Al lado de la mesa, está mi madre, con dos cuchillos en la mano. Me mira. Su pelo recubre todo su rostro pero puedo observar que me sonríe. Viene hacia mí. Le cierro la puerta, y, empleando toda mi fuerza, consigo que ésta no se abra.
-Meri, ábrele la puerta a mamá.
Me dice.
-¡Tú no eres mi madre!
Respondo.
-Sí que lo soy, y exijo que abras esta puerta a la de tres o serás castigada. 1...(Me resisto) 2...(Empujo la puerta con más fuerza) 3... (Cierro los ojos)
Un cuchillo atraviesa la puerta, a dos centímetros de mi cara. Trago saliva, tengo los ojos como platos. Espero un poco, no pasa nada más, abro la puerta, no hay nadie en la cocina. Solo un pobre perrito muerto. Lloro.
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Hay alguien en casa
Mystery / ThrillerMe llamo María, nunca me ha terminado de convencer mi nombre, así que preferiría que me llamases Meri. Apenas tengo 15 años y a veces siento que tengo muchos más, además de que me suelen decir de que soy muy inteligente y madura para mi edad. En...