CAPÍTULO 12

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Hay alguien en casa, mi madre. No me lo puedo creer. La tengo frente mis ojos. Me levanto lentamente, sin ser completamente consciente de lo que estaba sucediendo. Cuando apoyo los dos pies sobre el suelo, mi madre da media vuelta y se va.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Espera!.
Salgo corriendo a gran velocidad pero cuando atravieso la puerta de mi habitación, no hay rastro de ella. Miro al pasillo, de derecha a izquierda, nada, ha desaparecido. No lo entiendo, nadie puede bajar las escaleras e irse a tal velocidad. Es imposible.
-Meri, estás soñando, nada de esto está sucediendo, mamá está muerta.
Me digo.
Vuelvo a la cama, donde tardo en dormirme, puesto que no puedo lograr entender nada.  
Al día siguiente, Roque me despierta, alegremente. Su estado sentimental es completamente diferente al mio. Bajo a la cocina me preparo un vaso de leche y me lo bebo. Dejo salir a Roque para que disfrute un poco de el amanecer. Salgo tras él, miro hacia atrás, mi madre me observa desde la ventana otra vez.
-¡MAMÁ!
Grito.
Corro hacia la puerta, subo las escaleras hacia la ventana en la que estaba mi madre, no está. Decepcionada, vuelvo a bajar al bosque, pero, para mi sorpresa...
-¡Roque! ¡Roque! ¿Donde estás? ¡Roque!
Grito, dejándome la voz.
Para mi sorpresa, Roque ha desaparecido, mi único amigo. Lloro. Todo ha sido por mi culpa, si no hubiera creído que mi madre estaba en casa, Roque no se habría perdido. Tengo toda la culpa, soy una inútil. Entro a casa, cabizbaja, voy al salón, donde me siento en el sofá a reflexionar un poco. Un ruido de algo balanceándose me asusta. Giro la cabeza hacia atrás, tragando saliva, el sillón viejo de la esquina en el que estaba sentada cuando vi a mi padre, se balancea, sólo, sin tener la presencia de nadie.
-¿Quién hay ahí?
Pregunto.
El sillón para de balancear, espero que ahora ocurra algo pero no, no ocurre nada.

Hay alguien en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora