Capítulo 4

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Cada minuto que pasaba en el interior de esa casa le estaba dejando más claro que no solo se había convertido en el niñero de Dazai, también en su limpiadora personal. Hace solo unas pocas horas Kunikida les había llevado al pequeño, pero no dulce hogar de Dazai. Al abrir la puerta Chuya pensó que tal vez solo era un pisucho de mala muerte, ordenado y utilizado únicamente para dormir. Se equivocó, Dazai si usaba ese piso y lo dedujo al ver la cantidad de basura acumulada que se encontrada esparcida no solo por el suelo, por los sillones, y tal vez toda aquella porquería se extendía hacia las habitaciones, rezó mentalmente porque no fuese así.

Kunikida le entregó las llaves y cuando se marchó Chuya se moría de ganas de patear todo lo que había en aquella habitación y no solo porque estuviese sucia, si no por lo que le habían dicho en la agencia. "Te limitaras a hacer lo que se te diga" odiaba al hombre rubio "No podrás participar en el caso, quédate junto a Dazai y ya" ¿Cómo se atrevían a excluirle? Él había aceptado muy amablemente participar, ayudarles.

MALDITA SEA, QUERÍA SABER QUE PASABA Y ELLOS NO LE DEJABAN.

Las manos de Dazai agarrándose a su pantalón le calmaron, no podía pagarlo con él ni con sus cosas, pero no se rendiría tan fácilmente, acabaría formando parte de la investigación.

Y ahí estaba, limpiando aquel estropicio que el adulto había dejado.

—¿Qué estás haciendo, Chuta?

Dazai lo observaba, sentado sobre una silla sin que los pies le llegasen al suelo, dando pequeñas patadas al aire y bebiendo un zumo de naranja con pajita.

Esos ojos castaños le hacían olvidarse del mundo.

—Estoy limpiando lo que el cerdo que vivía aquí a ensuciado —Suspiró y bajó su voz— llevo un rato pensando que Dazai ya había previsto esto y solo me ha traído para limpiar.

Se había quitado sus guantes y se había puesto unos de látex, claro que, al dirigir la mirada al suelo decidió ponerse dos pares más, ni de coña iba a tocar nada de lo que había en esa habitación con las manos desnudas. Recogió restos de comida basura, el Dazai adulto no comía sano, seguramente no comía nada sano desde que dejó la mafia. Tiró a la basura las vendas esparcidas por el suelo, aunque recoger eso solo le traía recuerdos. Meneó su cabeza tratando de sacar esos pensamientos de su mente. Miró a su derecha, buscando al niño que ya no estaba en la silla.

—Dazai.

Nadie le respondió, escuchó un pequeño estruendo en la cocina y dando zancadas llegó hasta ella. Ahí estaba el niño, con un vaso en el suelo y con una gran botella blanca que el pequeño levantaba con todas sus fuerzas, sirviéndose una bebida trasparente que de lejos parecía ser agua pero que realmente apestaba a...

—¡Dazai! ¡Eso es lejía! —Le arrebató el vaso y la botella, tendría que poner los productos de limpieza en alto— ¡No se bebe, es caca!

—Pero...pero...—El pequeño miraba la botella de lejía como si fuese el mayor manjar que podía probar.

—Nada de peros, no se bebe nada que pueda ser mortal.

Aprovechando que se encontraba en la cocina investigó que había en los cajones, tendría que prepararle la cena así que, al menos, tendría que saber que cocinar. Abrió el primer armario y prefirió no decir nada, con el segundo igual, con el tercero y finalmente, cuando abrió la nevera no pudo soportarlo más.

—¿Por qué no hay nada? ¿Qué se supone que voy a darte de cenar?

Lo cerró con fuerza y salió para terminar de limpiarlo todo.

—Chuta ¿Vamo a pupar?

—¿Pupar? Ah, jugar —Chuya lo miró con pena, el pequeño se aburría— primero tengo que terminar de limpiar y cuando acabe vamos a ir de compras, tú y yo, será una pequeña aventura ¿Qué te parece?

ChibizaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora