Epilogo

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Chuya no recuerda cómo llegó a su casa, supuso que se quedó inconsciente por el camino. Estaba seguro de que Akutagawa fue quien le llevó, quien se encargó limpiar sus heridas y hacer un pequeño parche sobre ellas, porque él no sabía coserlas. Recordaba el dolor, un dolor punzante como si lo acuchillasen una y otra vez, a la vez que escuchaba palabras tranquilizadoras, que le pedían que se calmase, que se relajase, que confiase, que todo iba a ir bien. Él las creyó, confió y se dejó arrastrar de nuevo por Morfeo. No supo cuánto tiempo durmió, pero le daba igual, no quería abrir los ojos, quería permanecer dormido y no enfrentar la realidad en la cual dejó morir a Dazai, no lo salvó y tampoco lo mató con sus manos, lo que es, aún más frustrante. Tampoco sabía qué hará al despertarse ¿Iría al entierro del pequeño? ¿Cómo conseguirá la agencia organizar un entierro divertido en su honor?

Desgraciadamente no pudo permanecer dormido, gruñó, porque no quería abrir los ojos, pero finalmente lo hizo.

Al principio creyó que era una visión, que estaba alucinando y que había dos ojos castaños delante de él, los cuales le estaban observando demasiado cerca. Parpadeó un par de veces aclarando su visión, esos ojos no se iban, seguían ahí y eran de lo más real que había visto en mucho tiempo por lo que solo pudo hacer una cosa...

—¡AHHHHHHHHH! —Gritó asustado por la cercanía y la presencia de otra persona justo delante de su cara.

Intentó reincorporarse por pura inercia y acabó chocando su frente contra la del intruso que lo hizo caer hacia atrás de nuevo y llevar las manos a su frente dolorida, a la vez que la otra persona se quejó y cayó a un lado sobre su cama.

—Buenas tardes a ti también Chuya —Se tensó al escucharlo, conocía esa voz.

Estiró su brazo hasta encontrar el interruptor de la luz. Al fin tuvo una visión perfecta de su habitación al igual que la del hombre sentado en la esquina de su cama, pasando su mano por su frente herida, ni si quiera él esperaba que Chuya fuese a reaccionar así.

—Dazai...estás...

—¿Vivo? —Hizo una pequeña mueca, a la vez que se levantó de la cama— desgraciadamente, Kunikida creó un pequeño desfibrilador...y consiguieron reanimarme, así no hay quien se muera.

Chuya mordió su labio mientras escuchaba las múltiples quejas —Del ahora más alto— llevó una mano contra su pecho, aliviado de que estuviese vivo, no fue gracias a él, pero estaba vivo que era lo más importante. Aunque nunca admitiría eso en voz alta.

—Y entonces todos me dijeron, "uy eres insoportable, ojalá estuvieras muerto" pues ya lo sé, ojalá, pero no pasa, no sé cómo no puedo lograrlo si soy bueno en todo lo que hago. Después Kunikida me mandó a tomar por...—Chuya prefirió interrumpir el monologo del detective que no parecía querer callarse ni bajo el agua.

—¿Qué haces aquí?

Dazai mostró una sonrisa genuina y estiró su brazo con tres dedos alzados.

—Tengo tres motivos para estar aquí, el primero y...más humillante —Susurró— es para cuidar del herido Chuya, así que levanta el culo maldito vago ¡Voy a preparar la cena!

Sin dejar a Chuya decir absolutamente nada, se marchó corriendo, cerrando la puerta tras de sí.

—¡VAS A PAGAR TODO LO QUE ROMPAS...! ¡Y LIMPIA TODO LO QUE ENSUCIES!

Chuya obedeció por una vez —Sin rechistar— y se levantó de aquella cama. Temía que sus heridas comenzasen a sangrar, aunque para su sorpresa todo su abdomen estaba perfectamente vendado, deslizó sus dedos por encima de las vendas, sobre su herida, sintiendo los puntos de sutura.

ChibizaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora