Capítulo 8

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Tras tres o cuatro amenazas Chuya hizo a la mujer guardar silencio, con sus quejas no lo dejaba escuchar nada. Se concentró de nuevo en la conversación que estaba escuchando, eran dos personas las que habían ido, dos científicos o mejor dicho neurólogos, un hombre llamado Jean y una mujer, que por su forma de hablar con el hombre parecía ser su pareja sentimental, llamada Leyla. Ambos trabajaban con el científico loco al que se refirieron como Edward.

Kunikida comenzó a hacer preguntas que para Chuya carecían de importancia, supo por las voces que los que estaban en el interrogatorio eran, el compañero de Dazai, Atsushi y la doctora.

—Cualquier información que nos den nos será útil.

Y era cierto, cualquier tipo de información sería útil para Ranpo. Tras un silencio que no supo a que vino, el hombre comenzó a hablar.

—¿Qué puedo decir? Somos compañeros de trabajo, él es un genio y trabaja junto a nosotros en el campo de la neurología...ha hecho avances muy importantes en dicho campo, es...—Hasta Chuya que no podía verlo sabía que ese hombre estaba ocultando algo.

—Los documentos, los que nos enviaron a buscar ¿Por qué nos enviaron a arrebatárselos? Es su compañero ¿Por qué no se los pedisteis vosotros personalmente?

De nuevo otro silencio, que Chuya aprovechó para ver al pequeño, que al parecer había hecho unos cuantos amigos y se había proclamado líder del grupo. Al escuchar la voz de la mujer volvió a prestar atención.

—Dejemos las mentiras... los documentos son la última investigación que llevamos juntos, es una información confidencial por ello no podemos revelar su contenido, el estudio no estaba acabado, tan solo era una hipótesis que por lo visto él ha completado sin nosotros —Suspiró— Si está completa y tiene el efecto que creemos que tiene ninguna organización puede hacerse con esa información, incluso que él la tenga es peligroso...

—¿Tan peligroso puede ser? Pensaba que los que estudiaban en ese campo lo hacían para entender el sistema nervioso y además ayudar con la búsqueda de curas.

—Él nunca fue partidario de buscar curas...—La voz del hombre se escuchó tan baja que Chuya tuvo que esforzarse para poder escucharlo— es todo lo contrario, es de esas personas que piensan que somos demasiados, y que la población más empobrecida debería desaparecer, que las enfermedades son necesarias porque si no nos quedaríamos sin víveres para todos, es horrible que la persona con más talento que hayamos conocido tenga ese tipo de pensamiento.

—Imagino que no sabrán donde se encuentra ¿Verdad?

—No, lo sentimos.

—¿Qué saben de su habilidad? Tenemos un compañero que fue afectado por ella.

—Hemos llamado a la búsqueda de su cura operación Chibizai —Intervino el hombre tigre.

Chuya se llevó una mano al rostro golpeándose la frente ¿No había un nombre más feo? Pensó con sarcasmo.

—¿Su cura...? —El hombre pareció extrañarse.

—Hemos presenciado su habilidad y los que son afectados por ella sufren una muerte bastante dolorosa ¿Vuestro compañero sigue vivo? —La mujer también se vio sorprendida.

—Sí... él fue transformado en un niño y estamos buscando la forma de que vuelva a ser un adulto.

—Lo sentimos, pero no podemos ayudaros...—El sonido de las sillas arrastrarse por el suelo se escuchó y supo que la pareja iba a marcharse.

—Un momento —Interrumpió la doctora— Ranpo me pidió que hiciese una última pregunta ¿Alguna vez ese hombre experimentó consigo mismo?

—Sí —Respondió el hombre automáticamente— una vez, pensamos que moriría cuando comenzó a llorar sangre, me pidió que le inyectase algo que llevaba en su mochila y a las pocas horas se encontraba bien.

ChibizaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora