Capítulo 6

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La primera noche en casa de Dazai la pasó en vela, estuvo de aquí para allá por toda la casa, asegurándose de que esta fuese segura y que ninguna persona pudiese entrar a excepción de por la puerta principal. Instaló pequeñas trampas que no matarían a nadie, tenía que tener cuidado por si el niño tocaba alguna por error, pero que hiciesen el suficiente ruido para alertarle o llamar su atención.

No notó mucho el sueño puesto que no era el primer día que se veía obligado a permanecer veinticuatro horas en pie. Cuando acabó miró el reloj, marcaba las nueve de la mañana, hoy y a esa misma hora debería estar reunido con su jefe, rezó interiormente porque Akutagawa fuese capaz de cubrirle y no les descubrieran.

El timbre de la puerta sonó y Chuya maldijo en voz baja, no solo porque acababa de sentarse sino porque sabía muy bien que era el compañero de Dazai molestando.

Abrió la puerta llevándose una grata sorpresa al encontrar al hombre tigre con una mirada que dejaba clara la fuerte resaca que llevaba acuestas.

—Me quiero morir...—Susurró para sí, sin ningún tipo de animo y fuerza en su voz.

—Lo que me sorprende —Chuya se hizo a un lado para dejar al chico entrar— es que después de haber estado con Akutagawa sigas vivo.

Atsushi le entregó un papel a Chuya en las manos y una bolsa de plástico, con verduras y varias cosas más que luego miraría, él supo al instante lo que era, una pequeña lista de experimentos que debía hacer con Dazai. El hombre tigre se tumbó en el sofá haciéndose un pequeño ovillo, no quería escuchar nada ni a nadie solo quería silencio.

—¿Te acompañó Akutagawa a casa? —Preguntó curioso el pelirrojo, esto le interesaba más que aquella lista.

Se estiró en el sofá, con un brazo sobre sus ojos, la luz que le estaba dando en la cara era demasiado molesta, su cabeza iba a explotar en cualquier momento.

—Hemos pasado la noche juntos.

Chuya no se vio sorprendido pero si intrigado.

—¿Fue amable contigo?

—Lo fue, al principio se portó muy bien, parecía acostumbrado a tratar con borrachos.

El pelirrojo chasqueó su lengua como acto reflejo.

—Pero la cosa cambió ¿Verdad? Akutagawa es un chico bastante rencoroso.

—Cambió, fue muy duro conmigo y ahora me duele todo, creo que empiezo a entender las ganas de suicidarse que tiene Dazai-san.

Chuya entró en la cocina, a preparar el desayuno del pequeño al que iba a despertar dentro de poco, con una gran sonrisa en sus labios. Era divertido ver las resacas de los demás y además sabía de primera mano lo duro que era Akutagawa cuando se veía obligado a llevarte a casa tras una borrachera.

—Por curiosidad —Alzó la voz para que el pequeño borracho lo escuchase desde la cocina— ¿Qué te hizo?

—No quiero ni recordarlo —Chuya salió de la cocina con una bandeja, en ella había un vaso de leche, unas galletas y un vaso de agua con una extraña sustancia verde que había teñido el agua.

Chuya dejó la bandeja sobre la pequeña mesa frente al sillón en el que aún seguía tumbado el hombre tigre, él se sentó en el suelo.

—Bebe esto —le extendió el vaso que no trasmitía nada de confianza — te sentirás mejor.

A Atsushi le daba igual que fuese lo que el mafioso le estaba dando, se lo tomó sin pensarlo. Si lo ayudaba a recuperarse bien y si moría por beberlo mejor. De ambas formas su sufrimiento acabaría.

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