Duodécimo recuerdo (III)

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Por un breve instante me alegro de que mi compañera de piso haya decidido pasar el fin de semana con su novio. Así mi llanto no la molestará.

Y entre llanto y llanto, grito y grito desesperado, golpes contra los muebles y objetos lanzados al piso vuelvo a la puerta de la entrada.

Mi mirada se desliza hacia el cuelga-llaves y ahí la veo. Veo la respuesta.

La llave del tejado del edificio.

La cojo sin pensármelo dos veces, abro la puerta rápidamente y la cierro de un portazo. Llamo al ascensor y subo hasta el duodécimo piso, de ahí solo tengo que subir un par de escalones más para llegar.

AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora