Extra 2

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Estoy a su lado, sujetándole la mano. Está sudando, con el pelo completamente despeinado y lágrimas en los ojos. Lo está dando todo de ella, todo para dar  a luz a nuestro pequeño tesoro. Si supiera que nunca antes la había visto  tan hermosa.

En su momento tuvimos nuestras discusiones sobre qué hacer con el bebé. ¿Abortar o seguir hacia delante? Yo lo tenía claro: quería seguir. Quería dar ya el siguiente paso, formar una familia. Al principio se negó, pero al final aceptó. Ese día me hizo el hombre más  feliz del mundo y, hoy, por tercera vez (teniendo en cuenta que la primera vez fue cuando me dio el "sí quiero"), lo va a volver a hacer. No podría haber encontrado a nadie mejor.

Escucho un llanto. Ha nacido el otro amor de mi vida, y es una niña. Ya las tengo a las dos: mi reina y mi princesa. Me conmuevo a ver sus manos, tan diminutas, su nariz tan respingona, y sus ojos, de un gris tan blanco que casi parecen transparentes, como los de su madre. Me encanta que se parezca a ella, seguramente que de mayor será tan preciosa como mi mujer.

Le voy a entregar nuestra hija a mi esposa, pero la rechaza. Me quedo en blanco, ¿por qué? El médico dice que se trata de una "depresión post-parto" y que no hace falta que me preocupe, poco a poco se le pasará. Pero pasa el tiempo, y no veo que se le pase.

Mira a nuestra hija como si fuera un insecto al que le tiene asco. No la toca, no la abraza, no le da ni un beso de buenas noches. Ni se levanta por las noches a consolarla cuando llora. Siento como todo se me cae encima y, hasta que Alicia pueda ir a la guardería, me veo obligado a contratar una niñera para que se haga cargo de ella... y de mi mujer.

Pasan los años. Ali ya es una pequeña mujercita. Me encanta ver como crece, aunque apenas puedo aprovechar el tiempo con ella porque no tengo más remedio que pasarme todo el día trabajando, espero que la situación cambie pronto. Pero no cambia, la situación entre mi princesa y mi reina  sigue igual. Y noto como empeora. Noto que a mi hija le empiezan a salir moratones y que siempre se excusa con que se cayó porque es demasiado patosa. Noto que mi mujer empieza a oler a alcohol y tabaco todas las noches que vuelvo a casa. Me preocupa no saber qué sucede cuando no estoy.

Mi mujer empieza a llorar todas las noches, a decirme que nuestra hija es una malcriada y que siempre la está molestando, tirando cosas y ensuciando todo. Me dice que a ella no le queda otra que ir detrás de ella limpiándolo todo y echándole la bronca. Me dice que está cansada de nuestra hija y que ya no la soporta más, que no la quiere ver más en esa casa. Yo no sé qué hacer, qué creer...

Pasan los años, para ser exactos pasan diez años desde que el  conflicto entre estas dos mujeres ocurre. Mi hija se dedica a ignorar a su madre y la madre se dedica a ignorar a su hija, o al menos eso es lo que pasa cuando estoy ahí. No sé qué es lo que pasa cuando no estoy y, siendo sincero, hubo un momento en el que me dejó de importar, en el que me cansé. Siempre la misma situación cuando volvía a casa: un encerrada en su cuarto pintando dibujos que tenían de todo menos color, y la otro borracha y drogada incapaz de poder prepararme la cena para poder relajarme después de una larga jornada de trabajo.

Mi paraíso se desmoronó. Y con esto no quiero decir que las dejase de querer y las abandonara. No, yo seguía amando a cada una de ellas con todo mi corazón, pero ya no podía más y empece a encontrar un refugio en las cañas después del trabajo, los encuentros desprevenidos entre mujeres que querían hacerme sentir todo un hombre. Pero no, eso no significaba que me había olvidado de ellas o que ya no las quisiera, al contrario, siempre me encargué de que lo tuvieran todo.

Pero hoy no iré a ese mundo que no quiero que ninguna de las dos conozca, hoy es el cumpleaños de mi hija y quiero que todo sea lo más bonito que pueda ser. Las horas en el trabajo se hacen interminables y yo no veo el momento de llegar y darle su regalo de cumpleaños.

Y mi paraíso se termina de derrumbar completamente. 

Cuando llego a casa y subo a la segunda planta veo a mi hija sentada en un rincón mirando a su madre... tan pálida que no necesito ni acercarme para asegurarme de que está muerta. Miro a mi hija y empiezo a preguntarle que qué ha hecho, por qué no llamó a una ambulancia.

Me acerco al cadáver de mi mujer, la abrazo y, entre lágrimas, llamo al número de urgencias para que vengan.

En lo que se demoran por llegar me pongo a pensar en  todas las cosas que me contaba mi mujer sobre nuestra hija. ¿Y si tenía razón? ¿Y si realmente le estaba haciendo la vida insoportable? ¿Y si yo no la creía? Pero ya era demasiado tarde para arrepentirse, por no haber prestado más atención. 

Después de la muerte no hay marcha atrás. Mi reina está muerta y... y... la niña sigue viva, no hizo nada para salvar a su madre, todo es culpa suya, nunca debió haber nacido.

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Hola, hola :3

¡Y aquí tenemos el motivo de por qué el padre odiaba a su hija!

En resumidas cuentas, por si alguien no lo pilló: él la quería  mucho, pero después de eso... tuvo la necesidad de echarle a alguien la culpa de la muerte de su mujer y se la echó a ella y, desde entonces, la situación con su padre cambio.

Besos

CelyLove

AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora